Hugo Santos, madrileño de 27 años y atlético hasta las trancas. Su primera vez en el Calderón fue hace muchos años, años antes de que su equipo bajase a segunda. Atlético vs Betis, “ganábamos 2-0 al descanso y acabamos perdiendo 2-3, ¿qué drama no? Pues todo lo contrario, un padre llevaba a su hijo pequeño a hombros mientras tarareaba: Hasta la muerte, Atleti hasta la muerte…, aquello se me quedó marcado”.
En poco más de un año, Hugo dejará el estadio que le ha visto crecer desde que era un niño para instalarse en La Peineta, “me pilla mucho más cerca la Peineta, vivo al lado de San Blas y para llegar al Calderón tengo que atravesarme todo Madrid. Pero nunca me ha importado, te da la vida salir de allí y andar hasta la La Latina”.
La mudanza es inevitable, el semáforo ya está en verde y a los aficionados todavía no se les ha preguntado si el cambio es de su agrado. teinteresa.es se lo ha planteado al joven rojiblanco y su respuesta ha sido tajante: «No. Dejamos nuestra casa desde hace 50 años, uno de los estadios más calientes y reconocidos por el resto de aficiones, por otro de aspecto frío, lejos del territorio atlético. Cambiamos los domingos de rastro por un descampado con parking con capacidad para muchos coches. Cómo si los ríos de camisetas rojiblancas que llegan andando por Pontones, el Puente de San Isidro o el Paseo de los Melancólicos ya no les importaran a nadie».
Incondicional como ninguno, ni se imagina dejar plantado a su equipo por un cambio de estadio, “aunque fuéramos a un campo de tierra. Cuando el Atlético bajó a segunda todo el mundo pronosticaba la debacle y, sin embargo, hubo más colas que nunca para renovar o sacarse un nuevo abono. No somos del Atlético por lo que gana o deja de ganar, tampoco cantamos eso de «¡Cómo no te voy a querer, si somos campeones de…!», cómo si el sentimiento hacia tu equipo fuera proporcional a que las cosas marchen bien”.
Hugo llevará a sus hijos a La Peineta, orgulloso y nostálgico, “hasta que alguno me diga que es del Real Madrid. Entonces tendrá que engañar a la madre, palabras mayores…”.