Bakú, la capital de Azerbaiyán, está a más de 4.000 kilómetros de España. Cerca del 95% de los once millones de habitantes que tiene son de religión musulmana. Dos tercios de su superficie cuentan con yacimientos de petróleo y produce 1,4 millones de barriles al día. Ocupa actualmente el puesto número 126 en el ránking de la FIFA y hasta allí ha tenido que emigrar desde una de las cunas del fútbol Patricia González, seleccionadora Sub 19 y 17 además de responsable para el desarrollo del fútbol femenino en Azerbaiyán. Atrás ha dejado a sus amigos, a su familia y al Rayo Vallecano, el club que le hizo futbolista y persona por un sueño. “He sacrificado mi vida personal por la profesional, por mi sueño”, expone al teléfono desde Bakú. “Desde que me levanto hasta que me acuesto estoy haciendo lo que me apasiona y puedo vivir de ello, algo imposible en España”.
Patricia González tiene 27 años y en su historia se entremezcla el romanticismo de quien se está atreviendo a todo por seguir sus convicciones, lo que le hace feliz, pero también un punto de tristeza y resignación que denuncia la situación que vive el fútbol femenino en España. “Dedicas muchas horas a formarte, pero luego la salida profesional es casi imposible. Aunque siempre tienes el sueño de llegar, eres plenamente consciente de que en España no va a pasar de hobby”, explica. Licenciada en Magisterio e INEF, ha llegado a entrenar a tres equipos a la vez, dedicarse de lunes a domingo, doblar sesiones algunos días y no llegar a 600 euros. “No puedes vivir del fútbol femenino en España”. Entre las futbolistas, ninguna de su equipo del Rayo cobra pese a meter casi las mismas horas que un profesional.
Jugadora hasta que una hernia discal le empujó a los banquillos, ha sido entrenadora en la escuela del Rayo hasta llegar al femenino B. Cita el discurso de Steve Jobs en Stanford para explicar cómo el palo de su lesión eventualmente iba a cambiar su vida años después. “Yo no podía entender que con 21 años no pudiera jugar. Ahora mirando hacia atrás le encuentras justificación a las cosas que pasan en tu vida”, dice. Trabajando en el equipo del sureste de Madrid le llegó la opción de emigrar a Azerbaiyán, hace dos años. Se lo pensó poco.
Echa de menos la pasión por el juego
Allí se encontró un país completamente diferente que representó un choque cultural abrupto para ella. Patricia rellena lo que no es fútbol con más fútbol y con el grupo de españoles que han hecho piña allí. Algunos de estos antagonismos socioculturales con los que se ha topado repercuten en su trabajo ejecutivo al frente del fútbol femenino. “Queremos hacer una liga amateur senior, pero el inconveniente es que las mujeres se casan muy pronto, tienen hijos y dejan de jugar. Y eso es algo casi imposible de cambiar”.
Futbolísticamente, se ha encontrado una federación bien estructurada, con recursos y que sigue la línea marcada por un director deportivo importado de Alemania que lleva seis años. El hábitat que describe para trabajar es excelente a nivel de infraestructura. Pero hay cosas que el dinero no puede comprar. “Se echa de menos la pasión, el amor por el juego que hay en España”. resume. “Muchos jugadores están en esto por buscar una salida profesional y no por verdadera pasión. Es más difícil convencer a alguien que está por el dinero que a los que les encanta este juego”.
Desde la que reconoce una posición de privilegio, no pierde el foco de lo que se cuece en España, donde algo parece moverse en el fútbol femenino. Por primera vez, la selección estará en el Mundial absoluto de verano de 2015 y Vero Boquete ha sido incluida entre las diez finalistas del Balón de Oro. “Todo esto tiene que servir para dar un salto grande”, espera. “No es normal que estemos entre las mejores en categorías inferiores y tengamos una liga que obligue a las mejores a irse porque las ofertas de aquí no pueden competir con las de fuera”.
El fútbol femenino en España es un organismo vivo, en crecimiento, con buenos entrenadores y cada vez más jugadoras y sobre todo, gente apasionada por lo que hace. ¿Qué falta? “Yo creo que no interesa que interese. Cuando quieran meter al fútbol femenino en la rueda de la popularidad, es cuando empezará a ser interesante y dará beneficios”, apunta Patricia González. Antes que esperar a un país con estructuras viciadas y un establishment podrido, ella escribe su destino desde Azerbaiyán, hasta donde ha tenido que ir para vivir del fútbol. Parece muy feliz.