No es para tirar cohetes como en Sevilla con la quinta ensaladera, ni para rasgarse las vestiduras como con la muerte de Sócrates, demasiado bueno y demasiado joven para dejarnos como lo ha hecho.
Este Atlético no engancha, no enamora, ni su sufrimiento conmueve más que a los miles de espartanos que han convertido el Calderón en sus Termópilas particulares.
Y eso que el ambiente de “fútbol-aperitivo” fue lo mejor del día. Eso y el resultado. Poco más.
Verán ustedes, se me hace difícil abstraerme de la enorme diferencia que debería haber entre ambos clubes antes de juzgar el partido que han jugado. Si lo hiciera, bien podría decir que los colchoneros pusieron más en el envite pero no lo hago y me parece que lo que hicieron lo avala el precio de la plantilla que maneja, es un decir, Gregorio Manzano.
Sorpresas en la alineación aparte (Perea sigue siendo, como Messi y Cristiano, insoslayable y Reyes aparece justo cuando se habla de su pase a Turquía) andan los rojiblancos empeñados en complicarse el fútbol, muchos pases cortos, poco desmarque y huecos en defensa. Falta sosiego y sobra ansiedad.
Dicho esto y sin olvidar la premisa esencial, la diferencia de potencial, vino en ayuda de los ribereños la pegada que otros días ha faltado. Los goles son la mejor medicina pero no es preventiva, sólo atenuante.
Falcao y Diego, en forma, son importantes para el equipo. Adrián y Turán, también lo parecen y Silvio podría terminar con las dudas en el lateral. Nada nuevo salvo la esperanza de que, por fin, Manzano construya un equipo.
Nada más y nada menos.