Ancelotti ha convertido al Real Madrid en la mejor versión de las selecciones italianas que han sido capaces de ganar cuatro Mundiales. Este equipo tiene un sello propio. Quiere ser compacto y no asumir riesgos en defensa. Puede que chirríe entre los paladares más finos ver a un Real Madrid más preocupado por defender su portería que por construir juego. Pero este equipo es solvente. Ha sido capaz de dejar a un exquisito Bayern con el marcador a cero. Que un equipo de Guardiola no consiga materializar la posesión en goles es peligroso para los defensores de su escuela. Lo práctico se impuso a lo rococó en un momento clave de la temporada. Al equipo de Ancelotti no le hizo falta trabar el juego, ni hacer un encuentro bronco, ni pararlo con interrupciones. Con actitud, compromiso, esfuerzo, atención, solidaridad y anticipación cerró los caminos a Robben y Ribéry y anuló gran parte del caudal ofensivo del equipo muniqués.
Este Real Madrid italianizado se echó atrás para no sufrir y se fue arriba para golpear. No renuncia a nada. Quizás lo último que tenía anotado Guardiola en su pizarra era una subida de Coentrao por la banda para romper los esquemas de sus defensas. El lateral zurdo portugués fue el factor sorpresa de su equipo y se envalentonó para irse al ataque, se comió a Boateng, casi como en la jugada de Bale con Bartra en la final de Copa, y metió un balón de gol a Benzema. El francés solo tuvo que empujarlo para meter el miedo en el cuerpo a los alemanes y hacerles dudar. Nadie contaba con Coentrao y se marcó un partidazo en defensa y en ataque.