Cayó la Décima. El Real Madrid es campeón de Europa por fe, carácter, orgullo, la fuerza de su escudo, el potencial de una plantilla sublime, arrolladora, físicamente muy fuerte y que acabó castigando a un Atleti que es un digno subcampeón de Europa. Ancelotti ha hecho un equipo correoso, compacto, ganador, sacrificado y peleón. La calidad se impuso cuando apareció el cansancio. Doce años después el equipo madridista vuelve a reinar en Europa.
En el minuto 94, cuando esta crónica estaba a punto de ser enviada y mirando de reojo al campo, se levanta Sergio Ramos y remata de cabeza un balón que venía lanzado desde el córner por el toque preciso de Luka Modric. Estaba a punto de poner el título de Atleti, campeón. Y mis dedos están aquí, rehaciendo la narración y esperando la prórroga. Godín era el héroe de Lisboa y se coló en su fiesta el testarudo Sergio Ramos, que marcó un espléndido gol como los dos que le hizo al Bayern de Múnich en el Allianz Arena. Ganarle por arriba a Miranda y Godín fue como asaltar la Casa Blanca. Una locura. Casillas le abrazó como el náufrago que se agarra a un madero en pleno naufragio. Salvó la Décima. Mis ojos se fueron al salto de Florentino Pérez en el palco. Se levantó como un muelle y soltó toda la angustia. La final se fue a una prórroga que es un regalo para el fútbol.
Las fuerzas ya estaban justas en este tiempo extra. Los jugadores empezaron a flaquear, a sufrir calambres en un partido exigente. El Atleti se echó atrás, más cansado y tocado en su moral por ese gol en la última jugada del partido. Un varapalo para los del ‘Cholo’. Marcelo era el jugador más fresco y empezó a imponer su verticalidad por la banda izquierda que defendía un cansado Juanfran. Los nervios se hacían patentes más en el bando rojiblanco que en el blanco. En el minuto 105 un cabezazo de Varane, tras un saque de esquina, fue detenido por Courtois, el único que sujetaba un equipo maltrecho. Se llegó al descanso de la prórroga con empate a uno y un Real Madrid más entero.
Los chicos de Ancelotti siguieron dominando en esta segunda parte de la prórroga. Agonía, nervios, sudores fríos, caras pálidas… Todo esto se veía en las gradas del estadio Da Luz. Hasta que llegó el minuto 110 (la Décima) en una jugada que rompió Di María por el costado izquierdo, remató, rechazó Courtois y Bale se impuso de cabeza al central belga Alderweireld. El Atleti se hundió y acabó goleado. Marcelo, en el minuto 117, le dio la puntilla a un Atleti roto con un disparo desde la frontal. Una remontada épica y apoteósica. El Real Madrid barrió a su rival en un derbi para la historia. La goleada la cerró, en el minuto 120 Cristiano Ronaldo, con un gol de penalti en una acción que le derribó Gabi con una zancadilla.
Antes de todo este tiempo extra hubo otro partido en el que un héroe del madridismo obligó a que su equipo tuviera que protagonizar una remontada histórica. Casillas se volvió humano. El Santo. San Iker. El portero que había agotado todos los elogios, con el que te podías ir a cruzar el desierto sin miedo de caer desmayado porque tenía soluciones para todo. El héroe en los partidos decisivos y en las finales tuvo el error que condenó a su equipo. Fue en el minuto 37 cuando midió mal su salida para despejar un balón prolongado de un saque de esquina del Atleti. Lo cabeceó Godín, de espaldas, ganando en el salto a Khedira, y sin ser un cabezazo certero, como el que tuvo en el Camp Nou para darle la Liga a su equipo, se encontró que la pelota ganaba en la carrera a un Iker que se había quedado atrasado. El portero del Real Madrid corrió a por ella, pero ya estaba superado por su fallo. Inexplicable en un guardameta experimentado y que no abusa de salir en los saques de esquina. Se precipitó y condenó a su equipo.
Antes, en el primer tiempo el dominio y las mejores ocasiones habían sido para el Real Madrid. En el minuto 31 estuvo a punto de llegar el 1-0 en una jugada personal de Bale. El galés interceptó un balón en un error de Tiago y se fue, con velocidad, a la portería de Courtois. Casi en el punto de penalti se le cruzó Miranda y Bale falló en la definición. Era un gol que se celebrada en la grada, una ocasión clara y difícil de fallar para un futbolista eficaz. Dejó con vida a un Atleti que estaba con dudas y pasando por momentos de apuro.
En esa primera parte el protagonista fue Diego Costa, que se retiró en el minuto nueve y encendió las alarmas del equipo rojiblanco. El delantero decidió jugar, pese a que no lo recomendaban los médicos y se fió de una ‘brujería’ o un tratamiento con placenta de yegua que ha quedado retratada. Es una farsa. Simeone metió a Adrián. El Atleti jugó a contrarrestar el contraataque de los blancos, que se vieron obligados a encontrar las soluciones en ataques estáticos. Le cuesta al equipo de Ancelotti descerrajar este tipo de de defensas y si es contra un rival que se aplica con intensidad y orden se le atraganta. La iniciativa fue para el Real Madrid, que abrió el campo y buscó meter el balón al área con centros de Coentrao y Di María, sobre todo, que acaban por ser inofensivos ante el poderío aéreo de los centrales rojiblancos, Godín y Miranda.
Tuvo pocas opciones de coger al Atleti en el contragolpe. La mejor llegó en el minuto 26 en una galopada de Di María que se colaba ya al área cuando Raúl García le echó el pie para frenarle y derribarle. Kuipers, el árbitro holandés que estaba permitiendo el juego subterráneo, le enseñó tarjeta amarilla a Raúl García. La torpeza en esta acción la cometió Sergio Ramos que, con un calentón, se fue a protestar a su rival y se llevó una innecesaria amarilla. La falta la ejecutó mansamente Cristiano Ronaldo. El balón fue para Courtois. Hubo pocas ocasiones de gol en esta primera parte intensa, donde la elaboración brilló por su ausencia, y en la que quedó marcada por el error de Iker. Un correcalles inofensivo y feo desde el punto de vista estético.
En la segunda parte el Real Madrid salió decidido a nivelar rápidamente el marcador. Jugó con ansiedad y lo fió a acciones individuales. Apareció el eléctrico Di María, una vez más, que se cogió el carril central y fue derribado por Miranda. Tarjeta amarilla para el central. La falta la ejecutó Cristiano Ronaldo, el balón tocó en la barrera, cogió dirección para los tres palos y el gigante Courtois despejó con maestría. El portero belga evitó el empate con una excelente intervención. La respuesta del Atleti fue la de acosar al Real Madrid con un buen Adrián que se envalentonó y puso en apuros a la defensa con sus disparos. Carvajal sufrió para taparle. Cada saque de esquina de los rojiblancos era una agonía para los madridistas.
Ancelotti apostó con una versión más ofensiva y, en el minuto 58, quitó a Coentrao y Khedira para meter a Marcelo e Isco. El partido se volvió loco. El Atleti jugó con frialdad, con un buen Koke, Adrián y Gabi. Se atrevieron a desquiciar a la defensa rival. El Real Madrid estaba más acalorado y con ansiedad. Llegaron los dos equipos a las áreas y cada error era un susto, un infarto emocional para los aficionados. Cristiano estuvo a punto de rematar un balón de cabeza, pero no llegó. El luso no tenía los muelles que en otras ocasiones.
En el minuto 65 salió el argentino Sosa para dar un respiro y más fuelle a su equipo. Salió Raúl García, agotado de correr y tapar huecos. El Atleti ocupaba bien todo el campo, presionaba arriba y se replegaba con soltura. El Real Madrid chocaba con este equipo compacto y sufridor. Isco tuvo una ocasión en un disparo frontal. Se lanzó al ataque, a la desesperada, con Marcelo como un puñal por el costado izquierdo. Una contra del Atleti, con un centro lateral, fue repelido por Iker, que se llevó una patada de Villa. Bale respondió con un latigazo desde la frontal. El partido se podía romper para el 0-2 o el 1-1 en cualquier momento. En el minuto 77, Bale reproduce una jugada como la de la final de Copa. Inicia una galopada, le persigue Godín, mejor que Bartra, y falla con el aliento del urguayo. Godín, el héroe, evitó un disparo de Isco tirándose al suelo. Acto seguido entró Morata por Benzema. El último cartucho. El Madrid llegó con peligro y arreones, pero no acertó en el remate.