Los deportistas de élite sufren más de lo previsto para llegar a las cotas más altas. Son muchos los ejemplos de niños estrella que han sufrido por parte de padres o entrenadores para llegar a lo más alto.
Tiger Woods
El padre de Tiger, un ex coronel del ejército de Estados Unidos que sirvió en Vietnam, decidió que su hijo iba a jugar al golf sí o sí.
Earl Woods decidió que su hijo Eldrick Woods (al que apodó «Tiger» en honor a un oficial survietnamita que le salvó la vida en dos ocasiones) debía destacar en el golf, el deporte que recompensa a sus estrellas con más generosidad.
Cuando Tiger tenía seis meses, su padre le sentaba en una trona, de manera tal que no pudiera dejar de mirarle y se pasaba horas practicando sus golpes de golf. Al cabo de unos días, el pequeño empezó a imitar los rítmicos swings de su padre. Su recompensa fue, a los siete meses, su primer palo de golf, un putter.
Tiger le cogió cariño a su palo y, como premio, a los once meses su padre le regaló su segundo palo, un hierro. Para golpear una pelota de golf es necesario un equilibrio que un niño no suele adquirir hasta los 18 meses; en cuanto los cumplió, Earl empezó a llevarle al campo de prácticas a diario. Cuando tenía dos años, todas las tardes llamaba a su padre para pedirle que practicara con él.
A los tres años, Tiger completaba nueve hoyos con 48 golpes, por encima del 50% de los golfistas no profesionales del mundo. A los cuatro años, su padre contrató un entrenador profesional para él. A los ocho años, Woods estaba en torno a los 18 hoyos con menos de 80 golpes, lo que le colocaba en la franja del 5% superior de los jugadores de golf. Cuando tenía 10 años, su padre contrató un psicólogo deportivo.
A los 15 años, Tiger se convirtió en el vencedor más joven de la historia del campeonato de juveniles aficionados de Estados Unidos.
Nadia Comaneci
La vida de esta atleta sirvió para dar una muestra de lo que en Rumania se estaba viviendo. Un país inmerso en el régimen totalitario.
Tras conseguir la medalla de oro con el ‘ejercicion perfecto’, Nadia fue recibida como “héroe del trabajo socialista”. Fue condecorada con un pequeño Fiat, 500 dólares mensuales y un pequeño piso donde vivía con su hermano y su madre.
Millones de pequeños carteles maquillaron Bucarest con la cara de la niña perfecta. Su cuerpo comenzó a desarrollarse ante la presión gubernamental de mantenerlo pequeño, ligero y estético. La niña comenzó a sucumbir ante el panorama. Comía sin mesura para después vomitar. La salud de Nadia estuvo en riesgo, mientras la gente ansiaba el siguiente ciclo olímpico con los mundiales de gimnasia en medio. Al final, su talento terminó pesando más que el inevitable paso del tiempo.
Hermanas Williams
Richard Williams, padre de Venus y Serena, trazó un plan maestro y animó a sus hijas desde pequeñas a que se dedicaran a la raqueta de forma profesional porque, basándose en sus particulares entrenamientos y su máxima exigencia, estaba convencido de que serían las mejores del mundo.
Williams, sin haber visto un partido de tenis en su vida, comprobó el potencial de la profesión, estudió cada centímetro del deporte y entrenó a sus hijas con técnicas que van más allá de las sesiones habituales, añadiendo ejercicios más relacionados con el fútbol americano y el baloncesto para potenciar su físico.
La madre de las tenistas, Oracene Price, tuvo mucho que ver en esas enseñanzas. “Las entrenó desde el comienzo para que tuvieran esa mentalidad. Predijo que tendrían esa rivalidad en el futuro, muchos años antes de que ocurriera”, declaró.
Venus y Serena culminaron un recorrido repleto de baches hasta alcanzar la cima. Su padre avisaba de que sus hijas dominarían el deporte cuando aún eran unas niñas. Tampoco permitió que disputaran torneos junior porque sabía que eran superiores.
Karen Arthur
Karen Arthur empezó a practicar la gimnasia con 3 años y llegó a pesar 42 kilos cuando era adolescente. Arthur tiraba la comida, hacía más de 1000 abdominales diarias, vomitaba 40 veces y terminó tomando pastillas y consumiendo cocaína. El caso de Arthur es uno de los más graves que se conocen.