Digámoslo de esta manera, empezaba la crónica del Corriere della Sera, nosotros fuimos testigos de algo legendario. Es una forma de verlo. Los medios italianos han aceptado con deportividad la derrota, contentos por la nueva cara que Prandelli le ha dado al equipo y conscientes de que han caído ante un equipo que ya ha hecho historia. Los italianos se han roto los huesos persiguiendo sombras, decían en relación a Motta y Chielini, culpando a este último del primer gol y de haber cuajado un partido flojo.
Pero los italianos no se ceban con sus futbolistas, que han devuelto a Italia a la élite con un fútbol de toque y buen gusto. Más bien elogian a España, la genuina creadora de un fútbol que no admite moldes ni copias. España hechizó a los trasalpinos y el cuento de hadas español se convirtió en la pesadilla azzurra, según cuenta la crónica de la Gazzeta dello Sport. El decepcionante final, dice el cronista, no debe empañar las cosas buenas que esta selección ha demostrado, con un Pirlo dotado de una clase que mejora con los años y un Balotelli que ha sido impulsado a estrella mundial.Tampoco se olvidan de Prandelli, el técnico que les ha hecho creer que otro fútbol es posible.
Nos cansaron, dice deportivamente la Repubblica. El Rojo furioso sigue escribiendo la historia. Los italianos ensalzan también el partido de Cesc, un auténtico nueve mentiroso, que diría su amigo Messi, cayendo a una y otra banda y haciendo imposible su seguimiento. Tampoco guardan elogios para su compatriota Cassano, que lo intentó de todas las maneras y acabará soñando con Casillas. Ni para Xavi, el director de la orquesta, esta vez mejor que el exquisito Pirlo.
El sentir general de la prensa italiana es que la »azzurra» ha peleado con dignidad, pero ha caído con una España descomunal, que jugaba para hacer historia y con todos los argumentos futbolísiticos a su disposición. No ha sido como el primer partido, decía Tutto Sport, que quizás se las prometía más felices. No ha sido como el primero, ha sido mucho mejor.