A pesar de que salió bajo de revoluciones 2015 es el año de Antoine. Su instinto y su velocidad le están dado fuelle a este maltrecho Atlético que no consigue goles si no los marca el francés.
Es curioso porque dispone de tres delanteros centros y bastante competentes pero faltan oportunidades, balones que ronden con sentido el área rival.
Los pocos que llegan los atrapa el hijo díscolo de Espinete, empeñado en darnos una plaza en Champions.
No está solo, Oblak volvió del frío banquillo para apoyar y superar la labor de Moyá, impecable hasta su lesión.
El uruguayo Giménez es otro que sigue sumando, convertido en parche poroso.
Pocas alegrías más hay en este equipo que, sin bien es cierto que no tiene presupuesto para competir con los grandes, este año había apuntado alto gastando lo que casi no tenía en fichajes que, salvo los mencionados, se han desinflado sin pelea.
Queda poco pero es lo más importante, la Champions se antoja posible si se recuperan sensaciones.