La Santa Alianza fue un tratado firmado por los monarcas de Austria, Rusia y Prusia el 26 de septiembre de 1815 en París tras las guerras napoleónicas. Los tres monarcas, prometían mantener en sus relaciones políticas los «preceptos de justicia, de caridad y de paz», basando las relaciones internacionales en el cristianismo, y dejando fuera deliberadamente a las potencias no cristinas como el Imperio otomano.
Absolutismo
Entre 1814 y 1815, los representantes de las potencias europeas que habían derrotado a Napoleón se propusieron terminar con la situación que habían creado la Revolución francesa y el Imperio napoleónico, llevando a cabo una restauración de los principios monárquicos del Antiguo Régimen, es decir, del absolutismo.
Los ideales de la Revolución francesa
Estos prinpicios, que trataron implantar por la fuerza, no lograron extirpar los ideales de la Revolusión francesa. La burguesía fue la que no aceptó, de ninguna manera, el regreso del Antiguo Régimen. Los liberales defendían la aplicación de una Costitución asentada en la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley y basada en la división del Estado en tres poderes independientes: ejecutivo, legislativo y judicial.
Enfrentamientos entre monárquicos y liberales
Hubo enfrentamientos entre las posturas monárquicas y liberales que ocasionaron el resurgimiento de movimientos nacionalistas con tendencias independentistas.
Los monarcas absolutos europeos buscaron regresar a la etapa previa a la Revolución francesa, suprimiendo las medidas sociales, políticas y económicas dictadas por los ideales revolucionarios. Querían imponer la soberanía popular, el poder limitado de los reyes y los poderes privilegiados a la nobleza y al clero.
El conjunto de estas medidas, conocido como Restauración, fue un ideario que afectó a la mayoría de los paíss europeos durante más de 20 años y cuyos principios fueron aprobados en el Congreso de Viena.
El festín en el Congreso de Viena
El Congreso se inauguró en octubre de 1814 y se prolongó hasta junio de 1815, cuando se firmó el acta final. Acudieron 15 miembros de las familias reales, 200 príncipes y 216 representantes de misiones oficiales. Durante su celebración se realizaron numerosos festejos, recepciones, bailes, conciertos y banquetes, creando un ambiente frívolo propicio para intrigas políticas y de espionaje.
Las potencias centraron su atención en conformar Estados nacionalistas fuertes, con un territorio más extenso y de mayor volumen demográfico, para prevenir cualquier intento expansionista que tratara de dominar otra vez Europa.
Las potencias
Austria y Rusia se configuraron como las grandes potencias continentales; Gran Bretaña consolidó su expansión oceánica, y Prusia aumentó su poder en la zona del mar Báltico y dentro de la Confederación Germánica recién formada.