Un delirante viaje por el sexo, una clase magistral sobre las infinitas posibilidades eróticas de nuestras palabras y, sobre todo, un paseo erudito por la lengua castellana. Centenares de sinónimos, eufemismos, metáforas, la manera más banal y más cursi, para hablar de sexo. Este es el diálogo de Las palabras y la cosa, dirigida por Pep Antón y adaptada con maestría por Ricard Borràs.
Carrière y la literatura pornográfica
En el prólogo del libro de la adaptación al castellano, editado por Blackie Broks, Jean-Claude Carrière, el autor de la obra anota: “Yo me dije: será imposible traducir esta obra, que es estricta y típicamente francesa (…) Sin embargo, me equivocaba desde el principio. Primero leí el texto y luego fui a ver el espectáculo teatral. Me conquistó. ” Debido a la Inquisición, pensó que le resultaría más complicado traducir el texto por las muchas referencias a la literatura francesa que contiene. Pero cuando ves y escuchas interpretar el diálogo en castellano te das cuenta de la rica literatura pornográfica que había en la España del momento. “Groseras por momentos y deliciosa a la par”, recalcó el erudito francés.
El viejo profesor y la actriz pornográfica
La gloriosa obra de Carrière cuenta la historia de un viejo profesor que ofrece, a través de siete cartas, una disparidad de palabras y expresiones para nombrar el acto sexual y los aparatos sexuales. La destinataria de las cartas es una actriz que se dedica a doblar películas pornográficas para ganar un dinerillo extra. La mujer, preocupada por la pobreza de vocabulario que se emplea en este cine, pide ayuda a su amigo escritor.
Hilarante viaje por el sexo
Tras presentarse en el Festival Grec de Barcelona, la obra, interpretada por Ricard Borrás y Elena Barbero, se puede disfrutar en los Teatros del Canal. Con una escenografía sencilla y acogedora, el texto de Jean-Claude Carrière nos introduce en un ambiente cómodo y repleto de carcajadas. El pene, el pito, el falo, la cachiporra, el nabo, la berenjena, el sable, la espada, el dedo sin uña, el sable, la pija, la punta de la barriga de la que se habla en La Celestina, el “soy, aunque polla, muy dura/yo para tu reverencia” de Fuenteovejuna de Lope de Vega o, como escribió Samaniego, “cuando enseño el cadete un trastivaya, tan largo, tan rechoncho y desgorrado” y, así estirándola al límite encontramos el juego de la palabra en español. El hilarante viaje por el sexo y, por la lengua que se detiene en Cervantes, Francisco de Rojas, Góngora o Quevedo nos descubre las mil y una maneras de nombrar a la cosa, al sexo.
El idioma es un arma
Follar, hacer el amor, trajinar, meterla en caliente, como decía la costurera: hilar y enhebrar o, “usar la máquina de coser” que indicaba Dalí. “Yacer en beco o disfrutar del gozoso estado”, decía Cervantes en Rinconete y Cortadillo y el conocido “gozar del deleitoso yerro del amor” de Calixto y Melibea.
El español es un idioma y cada idioma un arma. Quevedo llamó el “mirlo florido”, otros la gruta de la papa, el coño, la “caverna coral para juguetear el mismo sueño que en tu gruta sueñas” de Alberti, o la torta con manteca que decía Góngora. Todos estos nombres para llamar al aparato sexual femenino.
Buñuel y Carriére y su juego imaginativo
Al ver esta obra, en un teatro que está vivo, como la lengua, aterriza en la mente Luis Buñuel cuando decía: “La imaginación es el mejor antídoto contra la mediocridad. Hay que ejercitarla y fortalecerla como un músculo”. Buñuel le propuso a su hijo Rafael y a Carrière practicar un juego imaginativo. Los tres, en Nueva York, cada uno en su lengua materna, tenían que confeccionar una lista de sinónimos y eufemismos de la palabra ‘polla’. Ganó Carriére, pero aclara: “No tuvo mérito, porque mi lengua, el francés, en ese terreno es inagotable”. Esta anécdota fue el embrión de Las palabras y las cosas.
“Las palabras y la cosa es un hilarante viaje por el sexo, una lección sobre las infinitas posibilidades eróticas de nuestras palabras».