Llega con la cara lavada, sin nada de maquillaje, con la ropa del ensayo de Perra Vida, en la obra de teatro que está sumergida, y con sed. Se sienta en un sofá que nos ofrece el Pavón Teatro Kamikaze y comienza la conversación con la actriz Elisabet Altube, una joven luchadora y una incansable enamorada del teatro. Por el nombre, a alguno aún no os suene pero al ver su foto, seguro que os acordáis de la ‘yonqui’ de Truman, de Mercedes Montenegro en El secreto del Puente Viejo, de la monja en Águila Roja o de la perfeccionista Miriam en la tv-movie Niños Robados. Eli es la protagonista de la obra de teatro El Triángulo Azul, Premio Max de Teatro de 2015, a la mejor autoría y también el de la mejor escenografía. Destacó en Adiós Chéjov y en Antígona en el Teatro de Mérida. Una mujer fuerte y a la vez dulce. Una de las grandes promesas del cine y del teatro español.
Eli, mujer de teatro…¿Con qué personaje has soñado?
Siempre he soñado con llevar a escena a una gran mujer, con fuerza y poderío. Tengo muchas mujeres referentes en mi vida. Desde personajes más reconocidos Nina Hugen hasta a mi abuela. Me encantaría hacer un personaje de ella e interpretarlo. Representa a mujeres de a pie, del día a día, luchadoras. Es una mujer de tierra, de campo. Quiero salvar a estos personajes, dar voz a este lado de la sociedad. Con ello, consigo que la dramaturgia sea más comprometida con los personajes femeninos.
Te hemos visto cantar y bailar en el Triángulo Azul, formas parte de ese Max, ¿qué supone ese premio para ti?
Es un gran reconocimiento al trabajo, al esfuerzo, es una alegría inmensa. No te imaginas el equipo tan maravilloso que hay detrás. Desde la dramaturgia hasta la dirección, Mariano Llorente y Laila Ripoll . Ellos llevaban mucho tiempo trabajando en este texto. Estuvieron con el historiador Benito Bermejo para hacer el trabajo de campo, indagando en archivos, escuchando testigos. Bermejo ha investigado sobre los 9.200 españoles deportados en los campos de exterminio nazis. Sobre todo en Mauthausen (Austria). Es un reconocimiento a un trabajo de mucho compromiso porque el Triángulo Azul es eso, un aprieto para todos. Es un tema muy delicado y llevarlo al teatro no era fácil. No queríamos mentir, ni traicionar esa verdad. Esa vivencia, esa historia de españoles que perdieron la vida en los campos de concentración y que ha sido encubierta durante décadas.
Del Triángulo Azul a Perra vida con un personaje bien diferente. En la versión libre de Cervantes, interpretas a la sensual Estefanía, ¿cómo te has visto?
(Risas) Aquí hay anécdota. Al principio me daba vergüenza y se reían de mi mis compañeros. Pero mis compañeros me apoyaron “Eli, premítete el lujo de hacerlo porque puedes con ellos. Ve delante de este tío y dile; Eh, qué pasa, este es mi cuerpo, lo quieres o lo dejas”. Usar mi cuerpo como mujer.
Le agradezco mucho a Padilla este personaje porque, ‘sin querer’, en esta profesión nos imponen unos determinados personajes y es complicado salirse de él. Eres un perfil. Siempre me habían dado más de niña, más de buena. En televisión me dan más de mala pero en teatro no. Mi personaje en Perra Vida es canalla y una mujer que utiliza su sensualidad, que a mí, Eli, me cuesta.
Cuando llegó a tus manos este personaje, ¿qué se te pasó por la cabeza; miedo, ilusión, sorpresa?
(Dubitativa) Miedo ninguno. Ganas y sorpresa. Padilla me parece maravilloso, su adaptación libre de El casamiento engañoso, una de las Novelas Ejemplares de Miguel de Cervantes, es muy leal, es una genialidad. No entiendo cómo puede hacerlo, Padilla es un artista.
José me mandó el texto al e-mail, lo leí y quedé perpleja. Se lo dije. En ese momento me suelta: «¿quieres hacerlo tú?». Fue un papel inesperado, ¡benditos momentos espontáneos! Es una gozada.
¿Por qué hay que ver Perra Vida?
Porque es muy fiel a Cervantes. Invito a todos a ver Perra Vida porque es una versión libre muy cervantina y original. Para aquellos espectadores y lectores que les cueste leer y enterar una obra clásica, es una manera de enfrentarse a esos conflictos y de acercarse a un Cervantes actual.
¡Venid a ver esto que es una maravilla! El espacio también ayuda, es un privilegio para los espectadores poder ver a cuatro actores tan cerca y ver cada gesto, expresión y palabra minuciosamente.
¿Qué nos recomiendas?
‘Incendios’, dirigida por Mario Gas en el Teatro de la Abadía. Es una obra maravillosa.
¿Cómo ves el futuro cultural en España?
El futuro cultural lo veo complicado. La cultura debería preocupar más a nuestros políticos. Dar apoyo a la cultura es un impulso para todos, es educación. Hecho en falta ese reconocimiento que en otros países se ve y se perciben. Esos países que invierten en cultura porque tienen muy claro que la cultura es una manera de educar a la sociedad y llegar a la gente.
La plenitud en el trabajo del teatro es diferente al del cine, al de la televisión, el actor de teatro se domina a sí mismo y en el cine su trabajo no le corresponde, ¿lo crees así?
El teatro te exige un compromiso, de aquí y el ahora, de plenitud. Tienes todo el control de lo que está pasando con tus compañeros. Eres tú y lo que haces en ese momento. Es cierto que en la tele y en el cine hay un equipo más grande para sacar adelante tu personaje. En el montaje hay muchos factores a tener en cuenta: luz, sonido, interpretación. Y se elige lo mejor de las tres, en su conjunto. No siempre corresponde con la mejor interpretación que haga el actor.
También me fascina la ficción pero reconozco que es muy diferente al teatro.
Decís muchas palabrotas en la obra y, como dijo Cela; «las palabrotas son nuestros signos de puntuación»
Estoy muy de acuerdo con lo que dijo Cela. Es la mejor llamada de atención. Una forma de desfogarte y dar más importancia y peso a determinadas acciones. Atraes al público. Mi profesor de verso decía que metiera en cada frase un hijo de puta porque así ayuda a sacar todo fuera y a ponerle más fuerza y garra a la voz.