Está el color del verano, que se pone de moda y salpica sonrisas y vestidos. Y luego están los colores de septiembre, que cada cual combina a su antojo. Al color del verano uno llega y se apunta. Si nos da la gana, claro. Pero los colores de septiembre hay que elegirlos como se elige la ropa que viste nuestros estados de ánimo.
Porque de eso van los colores de septiembre: de escoger las actitudes con que vamos a afrontar el inicio de curso. Son colores que nos crecen por dentro y que después asoman en todo lo que hacemos. No es lo mismo empezar el curso vestidos de queja y pesimismo que empezarlo luciendo una ilusión hambrienta de novedades.
Elegir el color ilusión para septiembre es mostrarse dispuestos a crecer en los distintos ámbitos de nuestra vida: familia, espiritualidad, amigos, trabajo, cultura, deporte, solidaridad, descanso…
Ilusionarse con dar un pequeño paso en cada uno de estos ámbitos nos garantiza que el nuevo curso será distinto del anterior. No porque sobrevengan grandes acontecimientos –algo que no siempre depende de nosotros–, sino porque hemos elegido tomar las riendas de nuestra vida y decidir a dónde queremos ir.
Es la invitación que nos hace Valentín Arteaga en uno de sus poemas: “Conjuntemos / en procesión las filas de colores / para pintar el mundo con su luz; / (…) para estrenar un mundo diferente”.