La palabra clon ha ido adquiriendo nuevos usos a medida que la ciencia avanza y es aplicada a la tecnología. Hace años se utilizaba para designar a una población de células u organismos obtenidos por reproducción vegetativa a partir de una sola célula. Así, todos los miembros de un clon tienen la misma constitución genética.
Posteriormente, cuando la ingeniería genética permitió multiplicar un gen en bacterias el término se extendió a la clonación de genes. En animales superiores, como los humanos, este concepto era imposible de aplicar ya que no se reproducen asexualmente. Por eso, para clonarlos hay que eliminar el núcleo entero de otro animal.
Los primeros experimentos se hicieron con anfibios. Cuando los estudios obtivueron un éxito relativo se logró crear ranas clónicas, exactas unas a otras, con idéntica constitución genética. En 1952 se logró con éxito la clonación de ranas, pero quedaba latente la posibilidad de dar el mismo paso con mamíferos, a partir de un animal adulto.
Investigadores del Instituto de Edimburgo dirigidos por Ian Wilmut lograron superar este obstáculo tras 40 años de investigación genética. ASí, consiguieron finalmente la clonación de la oveja Dolly, el primer mamífero clonado a partir de una célula adulta.
La clonación de animales superiores y embriones humanos había sido imposible anteriormente.
En 1993, Jerry Hall y Robert Stilmann, investigadores de la Universidad George Washington, consiguieron clonar genes humanos y luego divulgaron los datos, pero estos embriones nunca fueron transferidos al útero materno, por las connotaciones éticas que suponían.
Estos experimentos no contaban con el consentimiento previo del comité ético competente por lo que fueron interrumpidos.