La Compañía Nacional de Danza de España presentó hoy en el Festival Internacional Cervantino (FIC), en Guanajuato, «Don Quijote Suite», un ballet lleno de color en el que los pasos van acompañados a golpe de abanico.
Lejos de quedar en el terreno de lo clásico, el ballet se presenta como parte de un programa doble también configurado por «Minus 16», una pieza de danza contemporánea con el que encima del escenario del Auditorio del Estado se vive un giro de 180 grados.
Con ello se intenta que los espectadores hagan un viaje desde el ballet clásico hasta «lo que es la Compañía Nacional de Danza hoy», explica a Efe su director artístico, José Carlos Martínez.
«Don Quijote» es, de hecho, el primer ballet clásico completo que presenta la agrupación española en más de veinte años.
Un hito dentro de los intentos de Martínez -que lleva en su cargo desde 2011- de transmitir una nueva identidad a la compañía, en la que esté presente la técnica clásica pero también haya oportunidades para que los coreógrafos contemporáneos aporten nuevas obras.
Basado en «Las bodas de Camacho», de la segunda parte de «El Quijote», el ballet ofrece un festín de personajes con sabor español que enmarcan el romance de Quiteria y Basilio.
Sobre el escenario aparecen el Quijote y Sancho Panza, aunque estos toman su rol de testigos pasivos para dejar el protagonismo a seductoras mujeres goyescas, imponentes bailaoras de flamenco o toreros con aire altivo.
Así, la música original de Ludwig Minkus -con su partitura trabajada para hacer brillar a los ritmos españoles- acompaña los vuelos de los tutús, pero también los de los capotes o las faldas flamencas.
La compañía tilda este espectáculo, que tiene como telón de fondo un pueblo manchego, como «muy español» y, en este sentido, «más auténtico», por las diferencias respecto a la obra original del francés Marius Petipa, creada en el siglo XIX e interpretada por bailarines rusos.
Los pasos de las seguidillas, boleros y fandangos que se integran en la música toman un nuevo aire, ya que se les da a los bailarines «más libertad», para que salga su carácter, señala el director artístico, ganador del Premio Nacional de Danza de España 1999.
En otras versiones «las bailarinas bailan con abanico, pero no se mueven como la danza española, está como muy codificado», agrega.
Comenta además que Maite Chico, de la Compañía Antonio Gades, ha ayudado en partes puntuales de la coreografía, como en los zapateados, «para que esa parte que antes tenía solamente una especie de perfume español sea de verdad danza española».
Después de la primera parte del espectáculo, la compañía rompe con la dinámica clásica y saca al escenario a un bailarín con traje oscuro y camiseta blanca; lo que parece ser un breve número para amenizar el intermedio se convierte, con la incorporación de otros quince artistas, en «Minus 16».
Una coreografía de Ohad Naharin en la que conviven músicas de naturaleza de lo más diversa y en la que se puede encontrar desde «Sway» hasta un «Over the rainbow» versión tecno.
Los bailarines incluso hacen un guiño a la parte clásica, cuando la música se ralentiza para ofrecer una breve interpretación de los pasos de ballet que poco antes han sacado a relucir con «Don Quijote».
En esta parte de la función, los bailarines rompen la barrera con el público e invitan a subir al escenario a algunos de los espectadores, un giro que despierta sorpresa y entusiasmo a partes iguales.
Con todo ello, la compañía quiere mostrar lo que sería una especie de «tarjeta de visita» al público de Guanajuato, ciudad en la que también actuarán el próximo viernes y el sábado.
La alternancia entre ambos tipos de danza, clásica y contemporánea, asevera el director artístico, es la línea a seguir para la compañía en el futuro.
«Es muy enriquecedor para los bailarines y se va nutriendo; un bailarín clásico que tiene experiencia con coreografía contemporánea luego baila incluso mejor el clásico», asegura Martínez.