Joan Miró (Barcelona, 1893 – Palma, 1983), tras más de veinte años paseándose por exposiciones temporales, se asienta en un nuevo espacio dedicado a él y a su arte: el ‘Espacio Miró’, en Madrid.
Las colecciones el artista, uno de los más importantes del siglo XX, proceden de cinco coleccionistas privados que han cedido las obras como depósito temporal para que todos podamos disfrutar del lado más entusiasta, divertido y hasta feliz del pintor. A lo que se suman varios dibujos de la propia Fundación, valoradas en unos 150 millones de euros.
Miró, el ‘asesino’ de la pintura
La muestra recoge diez obras en la que Miró “desafía y asesina” a la pintura en su época madura. Quiere romper con el canon establecido. Este asesinato tiene un doble sentido. Por un lado, los materiales que utiliza son de deshecho. Las tablillas, las resinas y los pegotes de pintura se convierten en protagonistas. Por otro, interviene sobre obras de pintores desconocidos. Compra y recicla obras encontradas en mercados populares sobre las que él pinta, con un resultado que es una mezcla de ambos artistas.
Los monstruos de Miró
Además, el Espacio Miró, que inaugura la Fundación Mapfre en Madrid, agrupa los años en los que el artista catalán comienza a depurar los motivos de sus pinturas, en una suerte de despojamiento que dejaba la obra casi desnuda. Personnages es el término francés que mejor describe a los monstruos de Miró. Trazos que asemejan criaturas extrañas, a veces traviesas, otras líricas en las que adivinamos atributos humanos. Atemporales paisajes con cabezas solitarias que surgen del lienzo. Miró consigue con sus estampas y óleo desparramado miradas inquisidora y penetrante que, incluso produce en el espectador miedo que se entremezcla con humor, gracias al color.
El grafiti callejero
Los motivos de mujeres pájaros-estrellas también están presentes en la exposición. Obras como ‘Mujer, pájaro (Femme, oiseau)’ representa la gestualidad, a través del trazo duro y negro con formas curvas “manchadas” por las gotas de colores. En esta época el artista, situada en la segunda parte del Espacio, utiliza materiales propios del informalismo europeo como la arpillera, cartón o lienzo sin bastidor. Es el descubrimiento del grafiti callejero de Miró.
Miró y Calder y lo más abstracto
La exposición madrileña recoge al Miró más rebelde y desconocido pero la Fundación quiere exhibir e investigar la obra del pintor. El recorrido enseña la estrecha relación entre el artista y Alexander Calder que se conocieron en París en 1928. Uno de los logros más plausibles fue “los Móviles de Calder son como Abstracciones vivientes de Miró”. A partir de ahí, Calder realizó retratos de alambre de gran parte de sus amigos como el de Miró.
No podían faltar las Constelaciones del artista catalán. Estrellas, lunas fusionados con claves musicales y ojos predominan en lo abstracto de Miró. Estos cuadros ejercerían una notable influencia en la obra de gran parte de los expresionistas abstractos norteamericanos como Jackson Pollock o Mark Rothko.
El anonimato de los coleccionistas
El Espacio Miró reúne 65 obras del pintor, algunas nunca vistas antes, y además cuenta con cuatro esculturas y un óleo de Alexander Calder (obsequios de éste al propio Miró). La primera colección permanente permanecerá cinco años –renovables- en la Fundación Mapfre. A los coleccionistas se les eximirá de pagar los seguros y el impuestos de patrimonio que lo hará la Fundación.
“El único propósito es el compromiso de exponer y difundir la obra de Miró”, ha asegurado Pablo Jiménez Burillo, director cultural de la Fundación Mapfre. Por ello, quizás, los cinco coleccionistas españoles y propietarios de las obras permanecen en el anonimato.