Nos remontamos a finales de los años ‘70, visitamos una pequeña calle cercana a la plaza de España, en Roma. Allí, un estudiante de arquitectura, recién llegado de un periplo lleno de experiencias por los EEUU, comienza a diseñar un libro que hoy es considerado el más raro del mundo. Se llama Luigi Serafini y hace pocos días recogió a un gato blanco por la calle. Por las tardes, el felino se echa la siesta sobre sus hombros.
El joven trabaja como si estuviera en una ‘Academia de Bellas Artes espacial’: sus lápices de colores diseñan seres con forma de paragüas, parejas que se unen en un cocodrilo, árboles que se zambullen en el agua, insectos de colores que componen arcoiris… Todo ello, es relatado en forma de tomo enciclopédico, bajo la minuciosa explicación de unos caracteres incomprensibles.
Pasan los años y en 1981, después de haber llamado a la puerta de un sinfín de editoriales, Serafini consigue que Franco Maria Ricci se interese por su libro. Hace una tirada limitada de éste. Acaba de nacer un mito que en estos 32 años ha ido creciendo, en parte, ayudado por la Red. Son muchos en internet los que se afanan por descifrar los misterios del Codex, los que fantasean con la idea de que sea un libro alienígena; los hay también que se los tatuan en su piel y están los que aseguran haberlo soñado antes de descubrirlo…
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Este martes, se pone a la venta una nueva edición con más ilustraciones y una nota del autor en la que, entre varias confesiones, encontramos la siguiente: “Me pregunté si acaso, a su manera, [mi gato blanco] no me habría transmitido canciones y cuentos cuando estaba durante horas inmóvil sobre mis hombros (…) Debo admitir aquí que el verdadero autor del Codex fue él y no yo, que siempre me hice pasar por tal, mientras que era un simple ejecutor manual. (…) Aprovecho la ocasión para expresar públicamente mi más sinceras disculpas al editor y mi más sincero agradecimiento al gato, in memoriam”.
Desde su estudio de Roma, el autor me atiende al teléfono. Tiene una voz profunda y cálida, de locutor antiguo. Reflexiona cada respuestas, se extiende, se contradice, juega…
Ponte cómodo porque estás a punto de entrar en el fantástico mundo de Luigi Serafini…
Pregunta. Leyendo tu introducción tal vez debería entrevistar al gato y no a ti…
Respuesta. [Risas y desconcierto] Sí, he querido hablar del gato porque en Roma en aquellos años había todavía muchos por la calle, era un animal muy extendido por la ciudad y después, en muy poco tiempo, desaparecieron. La ciudad cambió. No sabría cómo definirlo pero es más fea sin sus gatos. Esto es grave porque… ¿dónde han acabado? y sobre todo, ¿cuándo vuelven?
P. Desgraciadamente en la Roma que yo conocí, los gatos sólo estaban ya en las postales para turistas… El libro nació nació en los ‘70 cuando tú acababas de volver de un viaje por los EEUU y muchos dicen que esas ilustraciones tan extrañas son fruto de las drogas que consumías. ¿Es cierto?
R. En los años ‘70 se había extendido el consumo de lisérgicos para expandir la mente pero en mi caso no sirvió absolutamente para nada, la fantasía es algo que funciona sin las drogas. Éstas pueden crear alucinaciones, pero el libro tiene una estructura compleja que se basa en más de dos años de trabajo. Estructuralmente el Codex se sustenta, paradójicamente, sobre una fantasía muy racional.
P. Si te pusieran frente a alguien que jamás ha visto el libro, ¿cómo lo describirías?
R. Sería muy difícil de explicar… [Tras una pausa e indagar en varias ideas] Diría que lo que transmite el libro es más una sensación. Le preguntaría a la persona: -¿Te acuerdas cómo era cuando de pequeño te ponías delante de un libro y todavía no sabías leer? Pues eso es el Codex, una emoción infantil. En el fondo, el libro es un intento de convertir a todos en analfabetos, incluído a mí mismo.
P. ¿Qué te ha llevado ahora a publicar una nueva edición?
R. Creo que más que yo ha sido el libro el que lo ha decidido. Ha ido creciendo a lo largo del tiempo, he visto a muchos amigos, he viajado por el mundo… Creo que después de 30 años se comienza a entender, es más actual ahora que cuando salió.
P. ¿Por qué crees eso?
R. Tal vez porque estamos en un periodo en crisis. Todo occidente está en una fase de final de algo e inicio de otra cosa. Es un momento un poco particular. No existen más esas certezas económicas, políticas, sociales, religiosas… que había hace 20 años. Tal vez, en este momento sea actual porque anticipaba la crisis. Ya hace 30 años se sentía como las cosas se tambaleaban.
P. Si tuvieses que catalogar el Codex, qué dirías que es, ¿arte o literatura?
No sé en qué sector se puede colocar. El problema es que hoy el mundo del arte parece que no necesita público. El artista viene establecido por los críticos, las galerías, los museos… El público no tiene ninguna posibilidad de intervenir en ese proceso y decir si algo le gusta o no. Sin embargo, el Codex, al estar en las librerías, libre de los críticos, puede establecer una relación directa con el público. Yo a un artista hoy le diría “hazte un codex y así serás autónomo, libre de este sistema absurdo, horrible”. Yo espero que sea considerado como un trabajo artístico que abre un camino, una libertad a los artistas para ser autónomos.
P. Precisamente, y de todo ese trabajo artístico que lo compone, si tuvieras que escoger una ilustración, ¿cuál sería?
R. Eso no te lo podré decir nunca. No puedo porque son todas ‘mis hijas’, no hay preferencias. Cada una tiene su propia historia. Algunas tienen una historia más bonita, otras menos, pero son historias. No puedo elegir.
P. Y… ¿cuál tiene la historia más bonita?
¡Ah! no, no [risas] Me quieres provocar para hacerme decir cuál me gusta más. No lo conseguirás, no tengo preferencias.
P. Está bien, te creeré. ¿Y cómo fue el proceso de creación? ¿Cuando lo ‘escribías’, pensabas en publicar o era más un juego para ti?
R. Mi generación, nacida después de la guerra, tenía la necesidad de comunicar, de hacer algo contrario a la generación precedente que había utilizado las armas. Durante la guerra para comunicarse a menudo se utilizan códigos secretos, militares… Esto lo digo porque cuando estás viviendo una época, no te das cuenta fácilmente de lo que está sucediendo.
Cuando me ponía a trabajar en el Codex no tenía la sensación de estar jugando, era algo que tenía que hacer, era mi tiempo. A muchos amigos les sorprendía que estuviese tan centrado en ese trabajo. Yo tenía que hacer el libro, tenía que publicarlo, tenía que buscar un editor que pudiese publicar en Italia primero, y después, que diese la vuelta al mundo.
P. Hoy todo eso lo hubieses conseguido fácilmente con internet…
R. Justamente. Cuando comencé el Codex tenía en la cabeza internet, como muchos jóvenes que estaban viviendo aquel momento. Entiéndeme, pensaba verdaderamente que la comunicación era lo más importante, sin saberlo estaba buscando una red, y la única red posible era la editorial. Tú publicabas una cosa y se difundía exactamente como hoy podrías hacer un blog. Yo quería que se conociera mi fantasía, mi mundo… Quería compartirlo, una palabra que hoy es muy común. Yo creo que con mi libro estaba haciendo un blog sin saberlo.
P. Y cuándo ibas a las editoriales, ¿qué te decían?
R. Probé con todas hasta que por fin di con Franco María Ricci, un editor un poco loco, como lo era yo. Todas las demás casas editoriales me decían que me fuese a una galería e hiciese litografías. No entendían por qué quería un publicar un libro que no se lee en una editorial que publica libros que se leen.
P. Me lo puedo imaginar porque a los editores no les suele gustar mucho lo de correr riesgos…
R. Franco María Ricci era muy particular. Era un hombre de cultura, muy influenciado por la literatura fantástica sudamericana, muy amigo de Borges… Quién sabe, si el editor no hubiese tenido cerca esa literatura fantástica a lo mejor habría tenido un comportamiento distinto con mi libro. Estaba también el filón de Márquez, de Casares…
P. Cuando vi por primera vez tu libro, rápidamente me vino Borges a la cabeza, así que me gusta esta idea de que en parte le debas a él el hecho de que te lo publicaran…
R. Sí, aquella literatura hizo que el editor se sintiera más capaz de correr riesgos porque conocía la fuerza de la fantasía, de la imaginación. Borges venía a menudo a Italia, era un invitado de Franco Maria, se quedaba en su casa, de hecho a mí me lo presentó él.
P. Todos esos nombres… Escribiste el libro en los años en los que parecía que la fantasía lo invadía todo, ahora parece que se ha perdido ¿No tienes esa sensación?
R. [Se toma unos segundos para responder]. Digamos que la sensación sobre todo es que vivimos en un momento de crisis y en este momento estamos muy preocupados, demasiado, por pagar el alquiler, el seguro, los impuestos…Tenemos preocupaciones muy materiales que puede que no nos dejen ocuparnos de la fantasía. Y en Italia… ¡Imagínate! después de 20 años con Berlusconi, la fantasía ha sido destruida.
De todas formas, el hecho de que el Codex haya tenido este éxito en tiempo de crisis [en EEUU ya se han vendido todas las copias de la nueva edición antes de llegar a las librerías] quiere decir que alguno prefiere coger esta enciclopedia de la fantasía, a comprarse unos zapatos nuevos o cualquier objeto de consumo.
P. Hay muchas personas en internet que han intentado descifrar tu libro. ¿Qué les dirías? ¿Existe verdaderamente un código que decodificar o es todo una broma?
R. Es el sueño de una escritura. Todos tenemos dentro de nosotros ‘otra escritura’, sin embargo, como nos enseñan un alfabeto, a mover la mano de una manera concreta, nuestra escritura, la que está dentro de nosotros, se queda ‘congelada’. Pero haz una prueba, libérate de tu alfabeto y deja que la mano discurra… A lo mejor prefieres letras con muchas curvas o muy anguladas, muy grandes o muy pequeñas… quién sabe. Ciertamente, no lo sabremos jamás porque hemos aprendido a utilizar un alfabeto y ese alfabeto nos limita.
P. Pero entonces, la escritura que has utilizado en el Codex, ¿dice algo o no?
R. No. No hay que buscarle nada oculto. Es como el arte, no se sabe qué es, no hay palabras. Sin embargo, cada siglo se ha empeñado en dar sus propias explicaciones…
P. Pues hay algunos que dicen que han conseguido descifrarlo…
R. Me alegro por ellos. Es más, querría saber que hay escrito, me haría mucha ilusión. El único juego intelectual que hice, fue en la numeración de las páginas que inventé una serie tipo la de de Fibonacci. El problema es que después olvidé cómo era [risas] pero alguien lo descifró. Yo creo que lo que ha pasado es que se han pensado que lo mismo que ocurría con la numeración, sucedía con la escritura. Pero… ¡inventarse una lengua es mucho más complicado!
[Breve pausa para retomar las palabras con aire jocoso]
Puede darse incluso que sea una escritura llegada de otro planeta con una nave. Siempre espero que si alguien tiene contacto con esa astronave, me escriba una carta en la que me diga que ha descubierto todo lo que yo he escrito y es una maravilla. [Risas]
P. Otro libro que ha dado para muchas teorías es el “Manuscrito Voynich”
R. Yo siempre he pensado que era un timo. Como Rodolfo II era un emperador que en Praga tenía su corte de alquimistas y era un poco fanático, yo creo que alguien se aprovechó de eso y creó el libro para jugar con él. Es como si yo escribo el Codex y voy donde una persona muy influyente y crédula y le digo: “aquí está escrito tu futuro…”
P. ¿Tú conocías ese manuscrito cuando hiciste el códex?
R. No. Se conocía poco, no oí hablar de él hasta los ‘80. Después una editorial hizo una reproducción. Yo la tengo y he de decir que es un libro aburridísimo. Es un timo del siglo XV, al rey Rodolfo II le timaron.
P. Pues hay personas que han vendido la primera edición de tu Codex por 6000 euros ¿Tú, cuánto estarías dispuesto a pagar no fuese tuyo?
R. El coleccionismo es una condición muy especial del espíritu, es querer poseer una cosa. Yo no soy así, por lo que no gastaría ‘una lira’ en mi Codex, iría a una biblioteca. No se puede comparar, pero por ejemplo, como no puedo tener un cuadro de Caravaggio lo voy a ver a ver a un museo. De hecho… ¿puedo decirte algo? Siento no tener más copias de la primera edición porque he visto que muchas han llegado hasta los 9000 euros. Si tuviera 20 ó 30, podría pagarme la pensión [ríe] Si hubiese tenido más dinero en esa época… porque el editor hizo un libro caro, yo no podía comprarlo.
P. Pero tú tienes algún libro de la primera edición, espero…
R. Sí, tengo tres, así que en un caso extremo podría tener dos o tres meses de autonomía viviendo bien, pagando el alquiler…
P. Y cuando imaginas a las personas que lo tienen, que lo “leen”, ¿en quién piensas? ¿Tienes un lector ideal en la cabeza?
R. [Se toma unos segundos para contestar] Me gustaría que lo leyeran personas… No puedo decir que me gustaría que lo leyese una mujer bella, que en vez de ir a una fiesta mundana en Nueva York, decide quedarse viendo mi libro; o un niño, que se hace el enfermo para no ir al colegio y e mete en la cama a verlo; o una persona anciana que en su lecho de muerte, antes pedir la morfina, decide ojear el Codex… [Risas]
Me gusta imaginar que las personas que miran al libro, lo hacen con un deseo, con una voluntad, con una esperanza, como algo que te puede ayudar en ese momento, que te pueda dar energía. Más que en una persona precisa, me gusta imaginarlo en personas que prefieren mirarlo en ese momento, antes que hacer otras cosas.
[Con mucha seguridad y subrayando] Sí, me gusta imaginarlo como un ayuda.
P. Para concluir con la entrevista, te propongo un juego. Imagínate que dentro de miles de años una nueva civilización llegase a la tierra y encontrase tu Codex bajo una piedra, por ejemplo, ¿qué crees que pensarían de nosotros?
R. ¡Maldición! pensar que ese libro sea el último… que todo se esfume y permanezca el Codex… Me parece increíble pensar que el papel sobreviva al plástico
P. Tienes razón, pero por imaginar…
R. Es bonito porque la imaginación ha de ser optimista. Podemos pensar también que en el futuro habrá un Codex hecho de un material indestructible. Vale, pues…Me gusta pensar en cómo será el extraterrestre… A lo mejor llega y dice: – ¡Fíjate, esto nos lo dejamos aquí! Puede que antes de nosotros viniesen otros a la Tierra. Entonces, se lo cogen y se lo llevan a casa.
Ya sabes, como las teorías del descubrimiento de América… Además los extraterrestres tendrán también sus propios ufólogos, así que será un argumento en el que se tendrán que poner a investigar. [Risas]