Los trabajos con georradar llevados a cabo entre los días 17 y 18 de enero de cara a la segunda fase de la búsqueda de Miguel de Cervantes llevaron a detectar entre cuatro y ocho nuevos enterramientos en el suelo, que es por donde este sábado comenzarán los trabajos, así como «una zona afectada por humedades en el lateral izquierdo frente a la pared de los nichos».
Los restos, si aparecen, no saldrán del convento por decisión de las monjas y del Arzobispado, ha avanzado este viernes el antropólogo forense Francisco Etxeberría en rueda de prensa. También ha detallado que los relatos históricos «dicen que Cervantes no fue sacado de ahí», de las Trinitarias, aunque si se produjeron remociones en el subsuelo se incrementará la dificultad para los investigadores, lo mismo si los restos del escritor fueron a parar a un osario general.
El pasado fin de semana se llevaron a cabo tareas de limpieza para acondicionar la cripta, de 11 metros de alto por 60 de ancho y llena de maderas y escombros, restos de una empresa editorial que durante un tiempo alquiló estas dependencias.
Unas características muy precisas
Los cuatro equipos que desde este sábado participan en la búsqueda de los restos de Miguel de Cervantes tienen como misión dar con los huesos de una persona con unas características muy determinadas, las de un varón de 69 años, con sólo seis dientes, con la mano izquierda atrofiada y con restos de plomo por arcabuzazos.
En la rueda de prensa de presentación de la segunda fase de búsqueda, los investigadores han recordado que fue el propio Cervantes quien describió su mala dentadura, con dientes «mal acondicionados y peor puestos porque no tienen correspondencia los unos con los otros», en el prólogo de sus »Novelas ejemplares».
Su antebrazo y mano izquierda quedaron atrofiados tras la Batalla de Lepanto y podrían albergar partículas de plomo procedentes de los arcabuzazos que Cervantes recibió en esta contienda, donde se contabilizaron hasta 30.000 bajas.
Los investigadores han destacado en la rueda de prensa que, según una crónica anónima de la época, el cadáver del escritor «fue amortajado con el sayal de San Francisco y en su diestra se colocó una sencilla cruz de madera». A eso se une que «cuatro hermanos de la Orden Tercera lleváronlo a la iglesia de monjas trinitarias, donde al día siguiente recibió cristiana sepultura».