El batallón del cielo (1947). Esta película francesa, rodada con París aún en ruinas tuvo el cometido de levantar la moral de las abatidas tropas francesas. Dirigida por Alexandre Esway y basada en el libro de Joseph Kessel, la película narra fundamentalmente la historia de los paracaidistas franceses que tuvieron un papel esencial en el desembarco. Kessel, periodista y escritor francés, participó en la I Guerra Mundial como enfermero, escribió crónicas sobre la Guerra Civil española y se alistó como voluntario en las fuerzas aéreas británicas durante la II Guerra Mundial, de cuya experiencia surgiría el libro del mismo título que la película.
Día D, 6 de junio (1956). Dirigida por Henry Koster y protagonizada por Robert Taylor, es quizás la más convencional de las películas sobre el desembarco, aunque resulta interesante dada la calidad general de las películas de los años cincuenta. Koster rueda sin excesivo apasionamiento una película de amores cruzados que emplea el desembarco de Normandía como inicio y desenlace trágico, mientras que la película transcurre en un prolongado flashback sobre la historia de amor de una mujer inglesa con dos jóvenes norteamericanos, el capitán Brad Parker (Robert Taylor) y el coronel John Winter (Richard Todd), que entablarán combate en el día más decisivo de la guerra, enamorados de la misma mujer.
El día más largo (1962). Ganadora de dos Oscars a los efectos especiales y la mejor fotografía, la película de Ken Annakin, Andrew Marton y Bernhard Wicki quiso ser el más minucioso y verídico relato de desembarco y contó por ello con decenas de militares reales y asesores para todas las escenas de guerra. La película cuenta con un reparto de lujo entre los que destacan John Wayne, Henry Fonda, Robert Mitchum, Sean Connery y Richard Burton, todos ellos oficiales heroicos que cumplen con su deber en la misión. Quizás esta característica coral, tanto en el protagonismo como en la dirección de la película, hace que los personajes carezcan de vulnerabilidades y resulten un tanto distantes para el espectador. El gran mérito de este clásico del cine bélico sería por tanto su capacidad para abarcar todas las misiones del desembarco y recrearlas con una gran verosimilitud histórica, atendiendo al detalle como si se tratase de un documental, pero sin perder la espectacularidad y el heroísmo del cine bélico.
La americanización de Emily (1964). Curioso y desconocido filme dirigido por Arthur Hiller y protagonizado por James Garner y Julie Andrews que narra la poco convencional historia de amor entre un soldado norteamericano y una chica inglesa. La película, alejada de todo heroísmo, defiende más bien la cobardía de su protagonista, un oficial de Marina que trabaja como ‘conseguidor’ para su almirante – alcohol, fiestas, mujeres… – y que conoce a una joven viuda que ha perdido en la guerra a su marido, a su padre y a su hermano. La prudencia rayana en cobardía del protagonista repugna pero acaba resultando atrayente para una joven cansada del discurso heroico con el que tratan de justificar la muerte de sus familiares. Fruto de los caprichos del almirante, el joven y cobarde oficial acaba siendo enviado a la playa de Omaha, el escenario más sangriento del desembarco de Normandía para rodar una película sobre el heroísmo de los soldados norteamericanos.
Uno rojo, división de choque (1980). La película de Samuel Fuller es una de las más descarnadas, quizás porque Fuller vivió la guerra como soldado de infantería. Lee Marvin se convierte en un sargento de hierro, cruel, paternalista y heroico, que cuida de la tropa y a la vez la estimula para que cumplan su deber como soldados. Fuller presenta aquí una historia de camaradería y lealtad al más puro estilo Ford, pero transgrediendo los cánones del cine bélico de la etapa anterior. En 1980, con el fracaso de Vietnam aún reciente, la guerra no podía ser tratada como un escenario de valores patrióticos y heroísmo sin matices. Lo que Fuller presenta es la guerra desde el punto de vista de un soldado de infantería, las pequeñas misiones y los pequeños actos de heroísmo, el sentimiento paternal hacia el sargento y la camaradería entre la tropa, todo desde una óptica muy parcial de la guerra, sin grandes victorias ni acciones decisivas.
Salvar al soldado Ryan (1998). Sin duda, la película que mejor ha plasmado el caótico y sangriento desembarco en la playa de Omaha. Steven Spielberg logra que durante 25 minutos, el espectador sienta la agonía y la desesperación de un escenario de guerra perfectamente recreado, donde no hay posición segura y la muerte espera a cada paso. La cámara, siempre a ras del suelo, contribuye a ofrecer una sensación subjetiva que, durante la primera parte de la película, nunca abandona al espectador. John Miller (Tom Hanks) es en la historia de Spielberg un capitán respetado y querido, pero mucho más sensible a los avatares de sus hombres que, por ejemplo, el sargento encarnado por Marvin. ‘Salvar al soldado Ryan’ no es una película antibelicista aunque el absurdo de la guerra y la extrema crudeza de la violencia estén siempre presentes. Antes que eso, Spielberg parece recordarnos que en ocasiones, es preciso luchar por los valores que merecen la pena, grandes o pequeños. El comienzo del filme debe ocupar un puesto de honor en el ranking de los más impactantes de la historia del cine.
Cinco libros clásicos para saber más
El Día D, de Antony Beevor. El historiador británico presenta una vez más un relato largo y prolijo en datos sobre uno de sus temas favoritos, la Segunda Guerra Mundial. En este caso, el relato histórico pormenorizado está salpicado de experiencias personales que humanizan el conjunto y le aportan las necesarias dosis de emoción. Beevor logra conjugar su habitual precisión histórica con multitud de testimonios nacidos de entrevistas personales y cartas de protagonistas reales de la batalla donados al autor.
Mi guerra, de Dwight T. Eisenhower. Las memorias de guerra de Ike Eisenhower, que al final de la Segunda Guerra Mundial sería ascendido a general de cinco estrellas – la más alta graduación en EEUU – y que llegaría a ser presidente del Gobierno de los Estados Unidos, cargo en el que permaneció ocho años, tienen un gran valor al relatarnos la génesis de la Operación Overlord y las dificultades que tuvieron que superar los aliados para llevarla a cabo. ‘Ike’ relata además la angustia de un general que sabe que tiene que enviar a sus hombres a la muerte por un bien mayor como fue la derrota del nazismo.
Memorias, de Erwin Rommel. El zorro del desierto escribe unas memorias que recorren toda su trayectoria militar en la guerra, desde la invasión de Francia en 1940 hasta la propia invasión aliada en Normandía. Tal y como explica el escritor británico Liddlel Hart en la introducción, “jamás jefe militar alguno ha escrito un relato de sus campañas capaz de igualarse al del Mariscal Rommel en interés humano y valor documental”. El mariscal alemán cuenta una historia de la II Guerra Mundial sin concesiones de ningún tipo, anteponiendo el relato histórico y militar, vibrante, rico y verídico a su propia justificación moral.
El día más largo, de Cornelius Ryan. El libro en el que se basa la película de Wayne, Fonda, Mitchum y compañía – de la que Ryan fue guionista – relata el desembarco desde un punto de vista humano, contando con gran cantidad de testimonios. Pese a la dificultad de presentar una historia coral del desde todas las ópticas y puntos de vista, Cornelius Ryan logra un relato ameno y perfectamente ordenado que lleva además con maestría los distintos clímax de la narración. Es considerado por muchos la obra clásica del desembarco de Normandía.
Los secretos del día D. Larry Collins. Con esta historia supuestamente desconocida del desembarco de Normandía, Larry Collins, habitual colaborador de Dominique Lapierre, cuenta los motivos que a su juicio impidieron que Alemania defendiese correctamente las costas francesas. Con su habitual soltura narrativa, Collins relata el importante papel de los servicios secretos a la hora de confundir a Hitler, destacando la labor del espía español Garbo.
El desembarco de Normandía. Día D, de Martin Gilbert. El historiador británico aporta su visión de este capítulo de la Segunda Guerra Mundial con un librito no muy extenso (200 páginas), que cuenta con abundancia de mapas y que constituye una excepcional forma de acercarse al suceso. En esta obra poco ambiciosa, pero excelente desde el punto de vista divulgativo, Gilbert se centra en los aspectos políticos, diplomáticos y de Inteligencia preliminares y las cuestiones tácticas que afectaron a los primeros días del desembarco.