El director de cine español Jesús del Cerro estrena mañana, viernes, en Bucarest, «Hawai», su más reciente película, ambientada en la Rumanía comunista en medio del terror ejercido por la policía política Securitate.
El largometraje cuenta cómo un abuelo (Vasile Florescu) recibe un herencia de tres millones de dólares de un hermano, quien había logrado escaparse del régimen comunista conducido por Nicolae Ceausescu, en un época en la que poseer un solo dólar era suficiente para ser encarcelado.
«Me ha llevado diez años realizar una película que empezó con historias que me contaron amigos rumanos sobre la época de Ceausescu», explicó a Efe Del Cerro.
Por ejemplo, a un hombre le quitaron en esa época todo una herencia porque en la Rumanía comunista oficialmente no existía la propiedad privada.
«Se plasma esa lucha por la libertad, trasladada a un sueño, como la isla de Hawai, más allá del dinero», cuenta el director madrileño.
Esta nueva cinta es su sexto filme realizado en Rumanía, país donde reside desde hace once años.
El actor Dragos Bucur interpreta a Andrei (hijo de Vasile), el personaje principal que no se rinde en su intento de conseguir lo que les pertenece, a pesar de enfrentarse a la omnipresente Securitate, que lo investiga por trapichear con pequeños ‘lujos’ de ese período como podían ser la carne y el chocolate.
«Es el tipo de persona que no acepta el sistema porque solo se sustenta a través del miedo y que se subleva contra las reglas cuando no son justas sino impuestas por los de arriba», cuenta Bucur, uno de los intérpretes más conocidos de Rumanía.
«Es un idealista, un incrédulo, un ingenuo y, probablemente, un loco, pero alguien que habría salido a la calle durante los días de la revolución», prosiguió el actor en declaraciones a Efe, en alusión a las manifestaciones que provocaron la caída de Ceausescu en la Navidad de 1989.
Como coprotagonista aparece Cristina Flutur, quien ganadora en 2012 del premio a la Mejor Actriz en Cannes por su papel en la película «Más allá de las colinas», de Cristian Mungiu.
En el filme se mezclan la acción y el amor, pero también el dinero que puede comprar si no la felicidad al menos la libertad de poder elegir ser feliz.
Pero, el toque cómico no le falta al largometraje pese a reflejar la cruda realidad de la época.
Que se pudiera beber una Coca Cola, comer una hamburguesa o saborear un «verdadero» café estaban al alcance de unos privilegiados, cuando el resto de la población pasaba hambre.
Para pagar la deuda externa en los años 1980, Ceausescu sometió a su pueblo a penurias atroces: cortes de luz constantes, sin calefacción y racionamientos de comida.
«No he querido producir una película siniestra sino más bien realista; en la época también había amor y humor», concluyó Del Cerro.