Si te decimos que Dani Rovira es del mismísimo Bilbao, pensarías que estamos locos, ¿no? Lo que ocurre es que el humorista se convierte en Antxon, un vasco »de palo» para conquistar a la mujer de su vida, Amaia, a la que interpreta Clara Lago (que tampoco es vasca en realidad) en »Ocho apellidos vascos», una película que nos enseña que los tópicos sobre vascos y sevillanos quedan en eso cuando se toman con humor y, sobre todo, cuando surge el amor.
La película de Emilio Martínez-Lázaro llega a los cines este viernes y hemos charlado con el recién estrenado actor, que nos confiesa cómo ha hecho para hacer desaparecer por completo su acento malagueño en esta divertidísima comedia romántica.
¿Cómo ha sido meterte en la piel de Rafa en tu primer papel como actor?
Ha sido una experiencia muy chula. No me ha costado mucho hacerlo porque el personaje me venía como anillo al dedo. Lo que sí que me ha costado un poco ha sido el tema del acento vasco. Yo tenía acento vasco para contar chistes y ya. Pero claro, si el 50% de la peli tenía que parecer vasco, tenía que controlarlo, que resultara divertido y no aburrido. Y necesitaba tenerlo muy interiorizado.
¿Cómo fue lo de hacer de vasco para un andaluz como eres tú?
Me pusieron un coach. Es un actor vasco muy bueno que se llama Anartz Zuazua. Además del acento también me enseñó cosas de intencionalidad y fue super divertido. Ha sido un esfuerzo el rodaje pero para mí ha sido un juego.
¡Y también cambiaste tu propio acento por el sevillano!
En la peli nunca tengo mi acento, el malagueño, y de hecho también lo cambié para que fuera más sevillano porque los andaluces sí que sabemos cuando uno es de Granada o de Sevilla.
¿Te sentías más cómodo de sevillano o de vasco?
Estando de abertxale estaba muy agusto, pero el habla era muy rara para mí. Y al revés, haciendo de Rafa me sentía agusto porque hablaba como yo, pero la vestimenta me mataba, con esos pantalones granates, ese color que no se ha invitado y el polo… Tenía una tirria al pantalón y la gomina, que me ponían kilos, pensé que me iba a quedar calvo (risas).
¿Pesa la responsabilidad de ser protagonista en tu primer trabajo como actor?
Me entró miedo cuando me dijeron que iba a ser yo. Hablé con las directoras de casting y les dije que si me veían que era grande para mí, que me lo dijeran. Pero confiaron en mí y me lancé. No volví a pensarlo. Fue un inconsciente durante los dos meses de rodaje, un kamikace. Hacía las cosas por instinto, por intuición… Emilio me decía ‘otra secuencia’ y ahí que iba. Inconsciente para lo bueno y para lo malo. Ahora estoy tomando conciencia de lo que es ser el prota de una comedia que puede ser la comedia del año. Me estoy haciendo un poquito pequeño.
Parece que está de moda que los humoristas se pasen al cine o la tele, ¿no?
Hay muchos casos en España como Julián López, Alex O’Doherty, Álvaro Muñoz de Urquiza o Berto Romero, que son monologuistas de toda la vida y han ido haciendo cine y les ha ido fenomenal. En EEUU es muy habitual. Por ejemplo, Robbin Williams era monologuista y hacía stand up comedy, Chris Rock, Eddie Murphie… Hay un montón y creo que es todo un curso natural. Aunque no voy a decir que todos los cómicos valgan para esto. Pero el cómico tiene algo muy bueno, que es la capacidad de poder aportar cosas también.
«Soy el primero en reírme de mi condición de andaluz»
¿A ti te gusta hacer chistes sobre andaluces o vascos como en la película?
He hecho chistes sobre todo. De hecho cuando coincidí con Fran Perea lo primero que le dije es que yo le había dado cera en un monólogo hace años y fue todo con muy buen humor. Yo soy el primero que hago comedia sobre mi condición de andaluz y el primero que me río de mí mismo. Eso también te da licencia para reírte luego de los demás.
Tú como andaluz, supongo que habrás soportado muchos tópicos y como cómico también los habrás usado…
España es un país de tópicos, nos guste o no. Hay chistes de vascos, de Lepe, de canarios con los de la Gomera… Siempre ha sido así y son chistes. Lo que me molesta es cuando alguien te viene y te dice en serio algún tópico, como que los andaluces somos vagos. Ahí no me gusta. Creo que al final no hay muchas diferencias entre un coronel desnudo y yo (risas).
¿Entenderán los chistes los sevillanos y los vascos?
Creo que donde más se van a reír es en Sevilla y en Euskadi. De hecho creo que el resto de comunidades se van a sentir celosas porque no se hacen bromas sobre ellos.
«Como Rafa, he hecho muchas locuras por amor»
¿Tú has hecho locuras por amor?
Sí, yo he hecho muchas cosas por amor, hasta llegué a echarme novia, me la jugué (risas). Hace siete año, cuando estaba empezando mi carrera en los monólogos, conocí a una chica y me fui a Argentina con ella. Y lo volvería a hacer. Creo que me hubiera arrepentido si no lo hubiera hecho. No nos tenemos que quedar con el no ni con el qué hubiera pasado. Para mí no fue una locura aunque la gente de mi alrededor me decía que estaba loca. Al final no funcionó y me volví, pero muy contento.
O sea que tú como andaluz sí te enamorarías de una vasca…
Por supuesto, ¡y de una que viva en la Franja de Gaza!
Vamos, que te pareces bastante a Rafa…
Me parezco mucho en eso a él. Yo tengo mucha seguridad con mis amigos, pero me sacas de mi círculo de seguridad y soy otro. Igual que Rafa cuando pasa el túnel de Pancorvo.
¿Te apetecería probar con un dramón?
Me lanzaría con cualquier papel. Ahora mismo me apetece cualquier cosa y estoy experimentando muchas cosas que me encantan. No sé si es porque soy escorpio o muy ‘sentío’, pero ciertas escenas no me resultan complicadas. Pero quien dice un drama, dice un papel de asesino, una peli de acción me gustaría muchísimo. Me parece muy divertido jugar a ser alguien que no eres.
Tanto en ‘B&B’ como en ‘OAV’ eres un tipo muy tierno, ¿la gente por la calle qué te dice?
La gente ahora me mira con cierta ternura, como diciendo que me llevarían con ellos a sus casas (risas). Aunque también demuestra que es aguerrido. Que a las mujeres le gustan los tiernos pero tengan un lado más fuerte. Además, creo que todos estamos deseando que hagan locuras por nosotros. Me encanta cuando una chica decide hacer una locura por mí. Es muy bonito. La gente ahora no arriesga y eso yo lo llevo fatal. El miedo al no, no lo tengo. Si te dicen que no, pues el otro se lo pierde.
Y en la peli al final la chica dura no es tan dura…
Es una comedia romántica y mola que sea ñoña. Cuando la gente vea el final se van a morir de risa porque es un final maravilloso. Y es ella la que al final hace la locura, que va de dura, y al final… Además, Rafa también es un tío difícil y duro porque no se enamora ni loco y al final lo consigue. El público quiere finales felices.
Con la que está cayendo, ¿hace falta más humor?
Siempre hace falta, pero ahora más. La realidad hay que cambiarla pero la gente también necesita válvulas de escape, ir al cine, al teatro… Y que por ocho euros puedas estar hora y media riéndote, eso no está pagado. La gente selecciona más, pero cuando te van a ver, lo disfrutan como con ansia.
Y a ti como cómico, ¿qué te hace reír?
Soy muy risueño pero para conseguir reírme es difícil. Por ejemplo con Carmen Machi ha sido espectacular, hay una secuencia que estuvimos una hora riéndonos. Me hacen gracia las cosas que se hacen sin querer hacer gracia. Yo lo de sentarme a ver un espectáculo y desternillarme, es complicado, porque al final siempre sacas defectillos. Pero mira, con Faemino y Cansado siempre me río.
En Twitter demuestras que eres casi un poeta…
Soy muy de escribir, soy muy emocional y visceral. Y tengo pasión por los cuentos. De hecho espero que estas navidades pueda sacar un libro de microcuentos. El arte se puede expresar de muchas maneras, aunque la comedia me ha llevado donde estoy.