Los satélites, los sistemas de alta tensión, e incluso los astronautas a bordo de la Estación Espacial Internacional (ISS) podrían verse afectados por la tormenta de radiación. Los astronautas incluso podrían tener que buscar refugio en partes más protegidas del laboratorio orbital, como lo han hecho en el pasado.
Las llamaradas solares emiten al espacio una gran cantidad de energía, luz y partículas a alta velocidad. Normalmente se asociacian a tormentas magnéticas conocidas como »coronal mass ejections» (CME, eyección de masa coronal). Las llamaradas más potentes son las de clase X. La NASA observa permanentemente la actividad del sol para evitar posibles daños en los satélites y los cohetes que viajan por el espacio. De hecho, una llamarada en dirección a la Tierra podría llegar a provocar serios problemas en los sistemas eléctricos y de comunicación.
Julio Monreal, experto en lanzadores de la Agencia Espacial Europea, señala que es muy difícil que las partículas atómicas de las tormentas solares lleguen a la Tierra porque «las frena la capa de ozono. La consecuencia más directa en la Tierra son las auroras boreales. Los satélites son los que más las sufren, de modo que la opción es cambiar su posición o incluso apagarlos momentáneamente«.