Todos reconocemos las Perseidas, la lluvia de meteoros del verano, como las Lágrimas de San Lorenzo. Dos mitos, el cristiano y el griego, se funden en el imaginario colectivo español. El cristiano en honor a un mártir de la Iglesia católica y el griego venerando a uno de los muchos hijos de Zeus.
¿Conoces sus historias?
El mito cristiano
Estas estrellas fugaces se conocen así porque coinciden, más o menos, con la fecha en la que se recuerda el martirio del santo, el 10 de agosto en el año 258. Las leyendas dicen que este hombre fue quemado vivo en la hoguera tras ser capturado por los romanos.
Cuentan que al rato de estar entre las llamas gritó al público: “dadme la vuelta, que por este lado ya estoy hecho”.
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Así, avivadas por las creencias populares españolas, las Perseidas han acabado pasando a la historia como las lágrimas que el santo lloró mientras sufría en la hoguera, que a pesar de aguantar con ejemplaridad, no pudo evitar dejar escapar estas muestras de dolor.
A lo largo de la historia de la Iglesia católica e incluso en la actualidad, San Lorenzo ha sido uno de los santo más venerados. Los restos de su cuerpo se depositaron en la basílica romana de San Lorenzo de Fuori Le Mura, en Roma.
Mientras, su cabeza quemada se expone en el Vaticano donde recibe culto de la cúpula de la Iglesia católica.
En mitología griega, Perseo significa lluvia dorada
Otro de los mitos que rodea a esta lluvia de meteoros está relacionado con la mitología griega. El dios Zeus, enamorado de la ninfa Dánae, tuvo que transformarse para poder entrar en la habitación en la que estaba encerrada su amada y engendrar a su futuro hijo, Perseo.
La forma que eligió Zeus fue la de una lluvia dorada, que cayó desde el techo sobre la ninfa y así concibieron al semidiós griego. Por esto, la lluvia de estrellas recuerda al hijo que surgió fruto del amor entre Dánae y Zeus, que además posee su propia constelación en el cielo y de la que se cree que vienen las Perseidas.
Sin embargo, estas estrellas en realidad proceden del cometa Swift-Tuttle, que completa su órbita elíptica alrededor del Sol cada 130 años, y deja tras de sí, siglo tras sigo, una corriente de partículas de polvo y hielo.
La Tierra, siguiendo su propia órbita, se cruza por estas fechas con esas estelas que desprende el cometa, recibiendo así estos pequeños fragmentos que se queman con la fuerte fricción contra nuestra atmósfera y crean las estrellas fugaces.