El 25 de abril de 1998 «hubo voces que predecían que este desastre perduraría hasta la eternidad, pero por suerte, se equivocaban», ha asegurado a Efe Gustavo Catalán, periodista que siguió de cerca el desastre de Aznalcóllar y, veinte años después, se felicita por la recuperación ecológica del lugar.
Este periodista medioambiental fue testigo directo, junto a la entonces ministra de Medio Ambiente Isabel Tocino, de la catástrofe que supuso la riada de más de 5 millones de toneladas de lodo negro cargado de residuos tóxicos procedentes de la mina de Aznalcóllar (Sevilla), tras la rotura de la balsa que los contenía.
La inundación contaminante arrasó hasta 4.400 hectáreas a lo largo de 62 kilómetros siguiendo el cauce del río Guadiamar, donde «pude ver imágenes tan dramáticas como las de caballos hundiéndose en el fango viscoso, sin poder escapar», ha explicado Catalán.
Trabajadores del yacimiento, agricultores, pescadores y vecinos de la comarca compartieron el suceso que «tiñó de negro las aguas del río y causó enormes daños incluso en el parque nacional de Doñana.»
Hoy, sin embargo, el pasillo ecológico andaluz que une Sierra Morena con Doñana, declarado en 2003 como Corredor Verde del Guadiamar, es un ejemplo de recuperación medioambiental exitosa en España, si bien los expertos piden mayor protección legal.
El trabajo «a contrarreloj» de más de 500 camiones de la empresa sueca Boliden -gestora en ese momento de la mina-, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir y la Junta de Andalucía logró, en aproximadamente 12 horas, desviar y controlar el vertido y evitar una mayor devastación.
Después comenzaron las operaciones de retirada de suelo contaminado y los proyectos de regeneración de las administraciones central y autonómica, que terminaron años más tarde con un coste de más de 300 millones de euros.
El presupuesto corrió a cargo de las arcas públicas ya que «la empresa minera Boliden cerró el yacimiento en 2001 y se fue, sin más», ha recordado este periodista.
El impacto ambiental destruyó fauna y flora y, debido al ácido sulfúrico del lodo, acidificó y prácticamente esterilizó la zona.
Gracias a los trabajos de recuperación, hoy estos terrenos acogen una de las estaciones de energía termosolar más avanzadas de España, mientras la balsa minera que causó el infortunio permanece sellada y controlada.
El vigésimo aniversario de lo ocurrido llega en medio del debate por la reciente concesión de la Junta de Andalucía para la reapertura de la mina de Aznalcóllar, ahora a cargo de la compañía Minera Los Frailes, participada en su mayoría por Grupo México, una empresa con antecedentes medioambientales muy criticados en Iberoamérica.
Catalán ha advertido de que «las empresas extranjeras de este tipo están acostumbradas a explotaciones en páramos salvajes y destruyen todo el territorio».
En ese sentido, ha puesto como ejemplo la «masiva destrucción que puede acarrear» el proyecto de mina de uranio en la localidad salmantina de Retortillo pues «para sacar 1 tonelada de uranio se requiere mover 30.000 de montaña.»
Los grupos ecologistas locales quieren frenar la reapertura de Aznalcóllar pues consideran que «la Junta no está evaluando correctamente los criterios de adjudicación del concurso», según su coordinador con vistas al 20 aniversario del accidente, Isidoro Arrabal.
Sin embargo, los residentes de este municipio, uno de los que soporta mayores tasas de paro en la provincia de Sevilla, «ansían como agua de mayo» la reapertura de su antigua mina, ha asegurado a Efe su alcalde Juan José Fernández Garrido.
«Queremos compatibilizar la explotación con la sostenibilidad ambiental: no podemos seguir como hasta ahora, repartiendo a nuestros vecinos 10.000 kg de alimento de Cruz Roja cada dos meses para que puedan comer, cuando aquí tenemos tantísimos recursos para trabajar» ha sentenciado el alcalde.