“La primera definición del TDAH la tenemos ya en 1775 y que es un trastorno crónico lo sabemos desde 1902”. El doctor José Antonio Ramos desbarata, de entrada, a cualquiera que se diriga al TDAH como el “trastorno del siglo XXI”. Desde hace 400 años se conoce, pero a día de hoy el 97 por ciento de los adultos que lo padecen, no están diagnosticados. La paradoja alerta a los propios científicos que advierten de la necesidad de tomar conciencia de un trastorno que ha condicionado, sin saberlo, la vida de muchas personas. Entre el 3 y el 4 por ciento de los españoles, según algunos estudios.
Son un auténtico desafío para los especialistas, que en consulta han identificado hasta tres tipos de pacientes: el que ha seguido un tratamiento desde la infancia, pero cuyo trastorno se mantiene en la edad adulta. El del adulto joven que no ha sido diagnosticado y llega a consulta debido a un comportamiento problemático. Y aquellos otros pacientes que derivan desde centros de drogodependencias. En el 89 por ciento de los casos lleva asociados otros trastornos, como ansiedad, bulimia, ludopatías o adicciones.
Aunque con enorme retraso, que se hable de nuevos casos significa también un éxito “Está empezando a diagnosticarse mejor, y nos tendríamos que felicitar por ello”, dice Ramos, que en 2002 abrió el primer centro de nuestro país para identificar y tratar el TDAH en adultos. Desde el Hospital Vall d»Hebron de Barcelona su equipo de investigación ha publicado ya casi un centenar de artículos internacionales sobre la prevalencia del trastorno pasada la infancia y la adolescencia.
Por fin, empieza a desterrarse la idea de que va únicamente asociado a los más pequeños y comienza a ser diagnosticado. “La clasificación de trastornos mentales americanos se ha abierto más a la sintomatología del adulto”, dice Isabel Rubió, de la Fundación ADANA, en la que atienden a personas con el trastorno. “Hasta hace muy poco se creía que solo pasaba en niños y adolescentes. Pasaba más desapercibido porque no había unos síntomas de identificación”.
Ana Miranda, catedrática de Psicología Evolutiva de la Universidad de Valencia, y directora de una investigación para el seguimiento en la edad adulta de niños diagnosticados con TDAH comparte el diagnóstico. “Hasta ahora el TDAH había sido un trastorno que se consideraba que desaparecía en la adolescencia. Se constata que es un trastorno crónico que pude durar a lo largo de todo el ciclo vital”.
Se sabe que el 70 por ciento de los niños que nunca fueron tratados de su trastorno, acabarán padeciéndolo también al llegar a la edad adulta: “es un trastorno del neurodesarrollo, por tanto algunos de los síntomas tienen que haberse manifestado en la infancia. Otra cosa es que hayan pasado desapercibidos”, dice Rubió.
En ocasiones, esos síntomas, en la infancia leves, estallan al llegar a la edad adulta. “Puede que haya sido un niño con TDAH con poca problemática, pero que al llegar a adulto se incrementa mucho, porque desaparecen los muros de contención”, apunta el doctor Ramos. Se caen los patrones de la escuela, de la familia, del núcleo materno… Ese niño ya adulto tiene que organizarse por sí mismo y lidiar con más variables en una vida complicada y eso sobrepasa a estos pacientes.
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Un dato revelador lo dan las estadísticas de prevalencia por géneros. En los más pequeños, la brecha se abre del dos por ciento de las niñas al ocho en los niños, pero en adultos la proporción es del uno a dos. La explicación se encuentra en los propios parámetros naturales de comportamiento entre unos y otros, de forma que los niños tienden también a manifestar más síntomas, mientras que las niñas los “silencian”. “Hasta ahora habían sido identificadas como chicas con bajo desarrollo intelectual”, dice Rubió, cuando en realidad padecían un trastorno no diagnosticado.
Precisamente, muchas madres con TDAH se enteran de que lo padecen cuando acuden a consulta por el problema de su hijo y se ven reflejadas en su sintomatología. El trastorno tiene un fuerte componente genético. Tanto, que hasta en el 70 por ciento de los casos, un niño con déficit de atención o hiperactividad tiene unos padres que también lo padecen, en la mayoría de los casos sin saberlo.
Las ahora madres “son niñas que no han sido diagnosticadas porque no han molestado, no han generado una atención por parte de nadie” pero que ahora se ven desbordadas con los síntomas de su hijo, precisamente porque su propio trastorno les impide gestionarlos y responder a ello con eficacia. La situación acaba sobrepasándolas y en algunos casos pueden acabar padeciendo una depresión.
“En los años 40 o 50 la realidad española era muy diferente”, dice Ramos, “las posibilidades de tener un acceso correcto a la salud mental infanto juvenil eran mínimas. Han creido con esa sensación de que no tenían capacidades, cuando en el fondo hay un problema que es reversible”. Cogerlo a tiempo es fundamental.
“TDAH sin metástasis”
“Un oncólogo quiere un cáncer delimitado y sin metástasis. Nosotros nos encontramos casi siempre TDAH con metástasis”, dice este especialista. Buena prueba de la importancia de un diagnóstico temprano.
Los expertos recuerdan que el trastorno debe abordarse desde una perspectiva multidisciplinar y afirman que el paciente reacciona ya de forma muy positiva cuando se identifican sus síntomas y se les pone una etiqueta. Eso le alivia, porque ordena una situación que creía desbordada por su propia incapacidad. A partir de ahí se aplica toda una terapia psicológica y conductual, que, siempre dependiente del grado, suele dar buenos resultados. También la medicación.
“La gente que banaliza el TDAH y lo interpreta sólo como un problema relacionado con las malas notas es porque no ha visto a pacientes. La gran apuesta que tenemos que hacer es predecirlo a tiempo, porque estas personas tienen más riesgo de consumo de sustancias o fracaso escolar. Así podremos hacer tratamientos preventivos”, dice el doctor José Antonio Ramos.
Cerca del 50 por ciento de los adultos con el trastorno desarrollan una adicción a la droga. Unas cifras que destapan un auténtico problema de salud pública y ante el que las autoridades sanitarias aún no han reaccionado. “Sabemos que la obesidad afecta a un porcentaje muy amplio de niños, y hacemos prevención. Pero aquí no. Mejoremos las pautas educativas”, aconseja.
Todos coinciden en que hace falta más especialización. Universitaria y profesional. “Muchas personas no son diagnosticadas, porque en sus comunidades autónomas no hay especialistas”, afirma la doctora Miranda. Falta formación en las universidades, y los médicos, psicólogos y psiquiatras, deben asumirla por su cuenta. Y también se echa en falta más concienciación social y más sensibilidad hacia este problema. “Es verdad que todavía hay muchas personas que creen que el trastorno no existe, que es un problema de falta de educación de los padres. Es un trastorno reconocido”, recuerda Rubió.
¿Excesivamente medicados?
Las autoridades sanitarias de EEUU alertaban en un informe publicado el año pasado del incremento de los diagnósticos de TDAH en niños y también del exceso de fármacos utilizados en su tratamiento. Según el estudio, uno de cada diez adolescentes de secundaria estaría recibiendo medicación en este momento. Algunos expertos veían en estas cifras el intento de mejorar por la vía rápida las calificaciones de los estudiantes y la presión de los padres para variar el comportamiento de su hijo, sin tener en cuenta las consecuencias: insomnio, problemas nerviosos, etc.
El doctor José Antonio Ramos niega tajante que exista una sobremedicación: “Sabemos que el trastorno afecta al 6 por ciento de los niños y ni de largo está medicado el 2 por ciento. Y en adultos es todavía mucho más bajo, sólo el 0»007 por ciento de los adultos reciben medicación, muy por deajo del 3 o el 4 que lo padece”.
Afirma que el debate es un ámbito del desconocimiento, porque las terapias inciden siempre en una dimensión multidisciplinar. “Es como si el niño tiene cuarenta de fiebre. Hay que dar medicación”, dice la doctora Isabel Rubió.
Cómo reconocerlo
Déficit de atención
Muestra dificultades para concentrarse en una película
Dificultades para seguir una conversación. Se distrae cuando alguien habla.
No finaliza tareas, hace varias cosas a la vez sin acabar ninguna
Tiene dificultad para hacer planes y organizar su tiempo, no puede llevar una agenda.
Evita o es reticente a tareas que requieran un esfuerzo mental continuo. Intenta hacer aquello que le resulta más fácil o entretenido
Evita los trabajos monótonos, leer o las situaciones que requieran mucha concentración.
Extravía con frecuencia objetos cotidianos (cartera, llaves, agenda, documentación)
Pierde tiempo buscando cosas, las guarda en sitios inapropiados.
A menudo se distrae por estímulos irrelevantes. ruidos o lo que pasa alrededor le distraen fácil,m,nete, sigue las conversaciones de otros, le cuesta trabajar filtrando información.
Es poco preciso con las tareas diarias, olvida citas, necesita que le recuerden los compromisos.
Con frecuencia tienen que volver a casa a recoger algo que se le ha olvidado. Necesita esquemas rígidos para no olvidar las cosas.
Hiperactividad
No para quieto. Mueve en exceso las manos o los pies, se mueve en la silla, no para quieto, juega con el bolígrafo, juega con el pelo o se muerde las uñas
A menudo abandona su asiento en el trabajo o en otras situaciones en las que se espera que permanezca quieto. Siempre necesita alguna excusa para levantarse y moverse y si no puede hacerlo, le causa tensión.
Corre o salta en exceso en situaciones en las que es inapropiado hacerlo.
Tiene dificultad para dedicarse tranquilamente a actividades de ocio
Habla en actividades que exigen silencio, es ruidoso.
Quiere llevar la voz cantante, no puede hacer las actividades con tranquilidad o hablar en voz bajo.
A menudo actúa como si tuviera un motor. Siempre está ocupado haciendo alguna cosa, tiene mucha energía, no respeta límites y es demasiado controlador.
Habla mucho y en ocasiones llega a cansar a la gente. No deja que otros participen en la conversación. Da respuestas preciputadas, incluso antes de que acaben las preguntas. Dice cosas sin pensar, acaba las frases de otros.
A menudo tiene dificultades para esperar su turno, como esperar en una cola o mantener la paciencia en un atasco de tráfico.
Interrumpe en las actividades de otros, se inmiscuye en la vida de los demás. Tiene una opinión sobre todo y no se la calla.