¿Qué pasaría si la muerte, que nos parece irreversible, fuera reversible, si pudiéramos devolver a la vida algo parecido a las especies que se extinguieron en el pasado? El profesor Carles Lalueza-Fox, del Instituto de Biología Evolutiva (CSIC-UPF) formula esta profecía científicamente posible en su último libro Des-extinciones. Una inmersión rápida publicado por Tibidabo Ediciones.
El desarrollo reciente de un conjunto de técnicas de biología molecular, entre ellas la clonación, la síntesis de genomas artificiales y la edición génica, ha permitido el surgimiento de un campo de investigación que persigue la des-extinción. La combinación de estas técnicas, en conjunción con otras más clásicas como los cruzamientos selectivos, determina diferentes aproximaciones posibles a la des-extinción.
Se trata de una aspiración controvertida que presenta desafíos científicos, éticos, económicos y sociales de largo alcance, aunque sus proponentes la defienden como una de las posibilidades para restaurar ecosistemas e incluso luchar contra el cambio climático.
A lo largo de este libro se exponen las posibilidades de las des-extinciones y de cómo estas pueden transformar el ecosistema global en el futuro. De hecho, estas especies nunca serán devueltas a la vida tal como eran; por eso es más acertado hablar de “reinvención”, pues se tratará siempre, sean una realidad o no, de quimeras genéticas con componentes de especies actuales.
Se calcula que en los últimos 500 años se han extinguido unas 784 especies, que se desglosarían en 79 de mamíferos, 129 de pájaros, 21 de reptiles, 34 de anfibios, 81 de peces, 359 de invertebrados (la mayoría, moluscos), 86 de plantas y 1 protista. El proceso, además, se está acelerando y este año podrían estar desapareciendo entre 30 y 159 especies cada día. Son unas cifras alarmantes que se suman a la evidencia de aceleración del cambio climático que en pocas décadas supondrá la la desaparición de los corales, de la mayor parte de los anfibios y de grandes mamíferos como el tigre, el elefante y el rinoceronte.
Lalueza-Fox enumera una serie de especies desaparecidas en el siglo pasado que podrían ser des-extinguidas. Se trata de la paloma pasajera, la cotorra de Carolina, el lobo marsupial, el picamaderos imperial, la foca monje del Caribe, el Hawai’iO’o o el recentísimamente desaparecido delfín del Yangsé, pero la lista incluye el mastodonte mamut americano y el tigre con dientes de sable, ambos desaparecidos de la Tierra hace más de 10.000 años, la fecha máxima para intentar “resucitarlos” o des-extinguirlos.
Dinosaurio, no; mamut, sí
Para quienes quisieran revivir la película Parque Jurásico, el autor advierte que “para los dinosaurios, por ejemplo, no hay esperanza de una nueva vida, porque no se conserva su material genético”. Además, debemos tener un pariente vivo relativamente próximo para que algún individuo pueda actuar de madre gestante o subrogada. De ahí que se debata sobre si un elefante asiático con unas decenas de mutaciones mamúticas representa una verdadera des-extinción. Tampoco quiere asumir el riesgo de que la ciencia cree émulos de Frankenstein.
Para llevar a cabo esta experimentación hay cautelas de tipo genético y también de tipo ecológico. Se necesita conocer el genoma de un individuo, pero también la diversidad de la especie para que la clonación se proteja de los efectos negativos de la consanguinidad y de la endogamia. Se requiere, por tanto, generar una población entera, estable a largo plazo y capaz de auto-mantenerse. Pero, además, deberemos considerar si la especie cuenta con un hábitat al que pueda volver o que pueda ser restaurado y que tenga una extensión suficientemente grande como para asegurar su futura supervivencia. También hay que plantearse si tendría sentido devolver a la vida especies depredadoras o transmisoras de enfermedades. En cambio, hay especies que tenían potenciales efectos beneficiosos para la salud humana.