Decía el filósofo Antonio Marina que la inteligencia de una nación no se mide por sus materias primas o por su capital, sino por el talento de sus ciudadanos. Esta es la política que durante décadas han puesto en marcha países como China, Corea del Sur o Japón y que les ha llevado a situarse en el »top ten» de los territorios más listos del mundo, según ha demostrado una investigación realizada por los científicos Richard Lynn y Tatu Vanhanen y que aparece recogida en TargetMap.
Estos tres países asiáticos, con 10 en el informe PISA, combinan la apuesta por la inversión pública con una cultura de competencia y excelencia académica en la que prima la exigencia en la formación del profesorado y la autonomía de los centros educativos. Es por ello que no es de extrañar que Singapur, con 108 de coeficiente intelectual (IQ), lidere este ranking. Muy cerca de la puntuación del área financiera más potente del mundo, se sitúa Corea del Sur con 108 y Japón con 105 puntos.
A estos tres países asiáticos, le siguen los europeos, entre los que repunta Italia con 102 puntos, Islandia y Suiza con 101 y Países Bajos, Noruega y Reino Unido con 100. Una puntuación también compartida por Mongolia.
Muy cerca de la media y sin superar la desviación estándar del IQ establecida en 15, se encuentran Alemania (99), Bélgica (99), España (98), Australia (98), EEUU (98), España (98) y Francia (98). Lo que sitúa a nuestro país en la decimosegunda posición.
Dentro de América Latina, solo Argentina logra no desviarse de la media con sus 93 puntos.
Por su parte, la peor parte del ‘reparto intelectual’ recae en África. Mozambique, Camerún, Guinea, Gabón y Costa de Marfil apenas superan los 67 puntos.
En el continente africano, Nigeria, Sierra Leona y Marruecos son los que alcanzan las cifras más altas, situándose entre los 83 y 91 puntos.
Estos dos investigadores, autores de ‘IQ and the Wealth of Nations’, analizaron el coeficiente intelectual (IQ) de ciudadanos de 113 territorios del mundo.
Un coeficiente intelectual mayor de 130, creatividad, persistencia en las tareas y gran capacidad de influir en la gente son, clínicamente, las características básicas que definen a una persona superdotada.
Aunque las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) apuntan a que el 2,3% de la población mundial posee altas capacidades, más del 30% de estas personas tienen un bajo rendimiento escolar y se sienten aisladas y no tan felices como su grupo de sus compañeros.
Los expertos consideran que un año más de escolarización puede aumentar el coeficiente intelectual 3,7 puntos y que edades como la adolescencia tienen un gran potencial para mejorar la capacidad cognitiva del individuo.
El ejemplo de Singapur
En Singapur el sistema educativo es público y premia el esfuerzo de los estudiantes desde la escuela primaria y pone especial énfasis en el aprendizaje del inglés y en las asignaturas de ciencias. Asimismo, se inculca en los niños el respeto hacia el profesorado, algo muy vinculado al confucionismo, y el sentimiento de pertenencia a la nación, por lo que muchas escuelas comienzan la jornada con el himno nacional.
Desde los seis hasta los doce años, los niños aprenden inglés, además de su lengua materna (tamil, mandarín o malayo), matemáticas, ciencias, humanidades y artes. Al acabar la primaria, deben superar una reválida, Primary School Leaving Examination, que les permitirá elegir, en función de los resultados, la escuela donde cursarán sus estudios secundarios.
En la escuela secundaria, se añade a las asignaturas de primaria una tercera lengua, siendo el español una de las opciones, junto con el japonés, el coreano, el francés y el alemán.
Es habitual que los pequeños acudan a clases privadas, para poder seguir el ritmo de los alumnos más aventajados, algo que el gobierno pretende evitar pero que, en los últimos años, se ha convertido en práctica habitual y que es objeto de debate pues podría poner en riesgo la igualdad de oportunidades del sistema público. Al acabar el ciclo de educación secundaria, los alumnos deben superar una nueva reválida para continuar estudios preuniversitarios o de formación profesional.