Desde tiempos antiguos se ha considerado que existe una regla escrita en la naturaleza que determina lo que es bello. La importancia que en la actualidad tiene la estética en la sociedad ha hecho remontarse a muchos en la búsqueda de conceptos olvidados como phi, la proporción que se representa con la letra griega Φ y debe su nombre al escultor griego Phidias, quien la incorporó en su obra arquitectónica más célebre: el Partenón.
Pero mientras que Phidias fue el primero, tal vez haya que atribuir a Kepler el éxito de su nombre más conocido, la divina proporción. Llamada también sección áurea o razón de oro, la fórmula de la belleza tiene una formulación matemática: “buscar dos segmentos tales que el cociente entre el segmento mayor y el menor sea igual al de la suma de los dos segmentos y el mayor”.
Sean los segmentos: A, el mayor y B el menor, entonces la ecuación es: A/B =(A+B)/A. El resultado de esta ecuación es de 1.618. Como recogen cientos de estudios científicos de diferentes disciplinas, esta proporción se encuentra con sorprendente frecuencia en las estructuras naturales, y por ende en el arte y la arquitectura.
La armonía de la proporción áurea se muestra de forma natural en muchos lugares, y uno de ellos es el rostro humano, que incorpora esta medida a sus proporciones.
A raíz de ello se han realizado muchos experimentos para verificar si los rostros considerados más bellos se acercan más al número aúreo que los del resto de la población, lo cual explicaría porqué transmiten belleza.
Partiendo de la proporción áurea, el doctor Stephen R. Marquardt de la Universidad de California (UCLA) creó el concepto de máscara de la belleza, que empleaba las matemáticas para tratar de medir las proporciones de la belleza. Rapidamente su nombre se hizo famoso, tras comprobarse que sus máscaras (creadas para hombre y para mujer) resultaban muy útiles a la hora de realizar intervenciones de cirugía facial.
El diseño de la máscara Marquardt permite, al ser aplicada sobre el rostro humano, detectar las diferencias que existen entre la cara comparada y el supuesto rostro humano perfecto.
Como recientemente recogía Vanity Fair, la genialidad de Marquardt se comprueba cuando se aplica su máscara a rostros bellos de todos los tiempos, desde el de Nerfertiti a Bo Derek, el no va más de los años 80, época de su creación.
Además, a los rostros bellos de hoy día como Leonardo DiCaprio, la modelo Bar Refaeli, Johnny Depp, Rania de Jordania, Marilyn Monroe y Angelina Jolie, la máscara les sienta como una segunda piel.