Pedro Sánchez dice que no pactará con los populistas. ¿Eso significa exactamente que no pactará con Podemos? El líder socialista ha evitado pronunciar el nombre del grupo de Pablo Iglesias cuando le han preguntado reiteradamente sobre si un día concertará con él. “No pactaré con los populistas” es lo que se ha limitado a recitar una y otra vez. Si hubiera querido decir Podemos habría dicho Podemos. Actúa como el jugador que se guarda un as en la manga. O como quien no quiere cerrarse definitivamente una puerta.
Y es una lástima porque Podemos es muy diferente al Partido Socialista. La formación de Iglesias es una izquierda radical que se encuadra en el mundo comunista, con propuestas irrealizables, demagógicas e incompatibles con la economía de mercado y la democracia occidental, mientras que el PSOE es un partido que se ha situado en el centro izquierda desde que en 1979 Felipe González le hiciera borrar su adhesión marxista en una operación política de riesgo que terminó en éxito para el socialismo democrático y para España.
El PSOE reconstruido en los años 50-60 en el exilio tenía aversión al Partido Comunista, que conservó después de la Transición. González siempre marcó distancias con Santiago Carrillo, a pesar de los esfuerzos del viejo líder por la readaptación en aquello que llamó “eurocomunismo”. Pero el PSOE acabó emprendiendo algunos pactos con el PCE, especialmente cuando este partido se subsumió en Izquierda Unida, un escudo desfigurador. Ahora el más importante que mantiene con IU es para conservar el Gobierno de Andalucía, que se lo arrebataron al Partido Popular, que quedó primero en las elecciones.
Felipe González no pactaría nunca con Podemos. Hace dos meses lo definió con claridad como “alternativa bolivariana influida por algunas utopías regresivas” que sería una “catástrofe sin paliativos” para España y para Europa. Y hace diez días volvió a hablar de Podemos, citándolo, para compararlo con los movimientos liderados por Marine Le Pen en Francia y Beppe Grillo en Italia, y con Syriza, la izquierda radical en Grecia. Es muy llamativo que Pedro Sánchez, que se considera heredero de González, no hable con la misma claridad.
Hay razones para la duda. Además, lo que se oye en su partido no ayuda a despejarla. La corriente Izquierda Socialista, que en la persona de José Antonio Pérez Tapias obtuvo el 15 % de los votos en las recientes primarias que ganó Sánchez, pide que no descarte el PSOE el pacto con Podemos. No es una pista muy fiable pues Izquierda Socialista, además de escaso peso numérico, carece de ascendiente en el partido, pero sirve para entender que el secretario general puede verse en algún momento entre dos fuegos, entre los pactistas y sus contrarios.
Desde luego, hay una razón de peso para que Sánchez rechace públicamente el acuerdo con Podemos, aunque, insisto, sin citarlo y sin comprometerse, porque la nueva formación ha de ser un objetivo principal en la lucha del PSOE para conservar la segunda plaza electoral. La encuesta publicada por Abc el domingo, que sitúa a Podemos como segunda fuerza por encima del PSOE mientras el PP mantiene su liderazgo a distancia pese a la merma que sufre, ha debido de acentuar los efectos del seísmo que deben de estar causando en el partido los datos propios que vienen obteniendo.
Eso explica también que el PSOE esté posicionándose entre el PP y Podemos, sus dos enemigos a combatir. Tiene razón Sánchez cuando traza esa estrategia. La tiene menos cuando acusa al PP de utilizar a Podemos para debilitarle. Ni hay datos que lo demuestren ni se vislumbra cómo podría manejar la derecha a la izquierda radical. Es un mensaje de la frivolidad política a la que nos han acostumbrado. Pero no hay duda de que esos dos partidos son los diques de contención de un socialismo que ha tocado fondo, decía también González aunque tal vez con algo de generosidad.
En este mal momento del PSOE, Sánchez ha entendido que no le conviene ni siquiera citar a Podemos; rechazar el populismo sí, pero rechazar a Podemos, no. ¿Y si un día lo necesita para desbancar al PP? No va a comprometerse con la energía con que se apresura a rechazar una coalición con los populares. Esta segunda opción tiene mala prensa en su electorado, o así lo entiende él, pero la primera puede servirle aunque al socialismo de Felipe González le repugne. Es un as en la manga. Ya se verá si en alguna jugada hace falta.