Los datos que han aireado esta semana las agencias humanitarias reflejan lo peor del género humano y deberían haber generado titulares a cinco columnas, pero han ido a parar debajo de la alfombra.
Esta es la terrible realidad: cuando se cumplen tres años del comienzo de la guerra civil, Siria se ha convertido en el país que mayor número de desplazados ha generado en el mundo. Nueve millones de ciudadanos se han visto obligadas a abandonar sus hogares. De ellos, más de dos millones y medio se han registrado como refugiados en los países vecinos o están a la espera de hacerlo. Comparativamente es aún peor. Esas cifras reflejan que más del 40 por ciento de la población ha visto alterado gravemente su modo de vida habitual.
Y todavía se puede descender un poco más en el nivel de sufrimiento: se calcula que cinco millones y medio de esos desplazados son menores de edad, niños que se han quedado sin casa ni escuela, sin hogar ni formación. Que han perdido curso escolar, vida y esperanza.
Quedan dos periodistas españoles secuestrados
Por la parte humana que nos toca, el diario El Mundo muestra todos los días en su web el número de días que llevan secuestrados su corresponsal en la zona, Javier Espinosa, y el fotoperiodista Ricardo García Vilanoba. A viernes 21 de marzo van 186 días, que son más de 26 semanas, algo más de seis meses sin dar señales de vida.
Me dicen quienes más en contacto están con el asunto que la liberación del reportero de El Periódico de Catalunya, Marc Marginedas, les ha llenado de esperanza, pero quieren ser prudentes. Lo más probable es que los secuestradores, presuntamente yihadistas radicales miembros de ISIS (Estado Islámico de Irak y el Levante), quieran mantenerlos en su poder a la espera de poder negociar algún tipo de prebenda económica o política, según se tercie. O incluso utilizarlos como escudos humanos para evitar que les bombardeen sus enemigos.
¿Es posible la paz?
El estancamiento de la situación indica que no hay indicios de negociación a corto plazo. Los frentes de guerra están paralizados. En lugar de dos, ya hay tres bandos enfrentados entre sí, el régimen sirio, la oposición moderada y los islamistas radicales. Occidente se siente atado de pies y manos ante la posibilidad de que una hipotética ayuda militar caiga en manos equivocadas, mientras el poderoso ejército sirio cuenta con la ayuda soterrada de Rusia, un aliado cada vez más incondicional.
Si el veto ruso en el Consejo de Seguridad de la ONU ha impedido desde el principio un arreglo propiciado por la comunidad internacional, los acontecimientos de Ucrania y Crimea no harán más que empeorar las cosas. Es muy probable que las sanciones a Putin por la anexión de la península endurezcan aún más su posición con respecto a Siria.
Me piden en Villacañas, Toledo, que dé una charla sobre la situación en ese país con el siguiente título: “¿Es posible la paz?”. Mi respuesta no puede ser más pesimista. A pesar de los muertos y los desplazados, del sufrimiento de millones de inocentes, la coyuntura internacional es contraria a una solución del conflicto a corto plazo. Primero habrá que conocer el resultado de la negociación de Estados Unidos con Irán sobre la cuestión nuclear y el futuro del proceso de paz entre israelíes y palestinos. Y ver qué ocurre en Ucrania
Todo está relacionado en aquella zona del mundo y de esos asuntos puede depender también el futuro de Siria. Pero de momento no queda más remedio que seguir gritando aquello de “por favor, que alguien haga algo”.