La historia se repite en Ucrania cada cierto tiempo. Su cualidad de “frontera” (eso significa precisamente la palabra “ukraina”) ha convertido ese país en objeto de disputa permanente entre diversos imperios y poderes a lo largo de la historia. Debido a su ubicación geográfica y a su orografía, absolutamente plana, ha visto pasar por sus llanuras a guerreros de distintas procedencias que han dejado marcas indelebles.
Sus habitantes han sufrido por igual tanto la crueldad del nazismo como la del comunismo soviético. Como recuerda Manuel Florentin en TintaLibre hay un episodio poco conocido, pero tremendamente cruel, el llamado Holomodor, una hambruna provocada deliberadamente por Stalin que “en el invierno de 1932 a 1933 se cobró la vida de cinco millones de ucranianos”.
Una partida de ajedrez de final incierto
Después de siglos de vaivenes, especialmente radicalizados durante la última década, la Ucrania actual es un tablero de ajedrez tensamente dividido en dos partes bien definidas, con piezas enfrentadas y dispuestas a batirse duramente. Unas las maneja Occidente (léase Estados Unidos y la Unión Europea) y las otras, la Rusia de Putin.
Pero si hay un actor que apuesta firmemente por la victoria, ese es Moscú. Lo que ocurra en Ucrania en los próximos meses marcará su futuro como potencia internacional, si consigue su propósito, o, si ocurre lo contrario, como actor de segundo orden tal y como quedó tras la desaparición de la URSS en 1991.
De lo que Putin esté dispuesto a hacer para ganar esa partida dependerá también que Ucrania camine hacia la paz y la estabilidad, o se convierta en el escenario de tensiones insostenibles azuzadas desde el exterior y concretadas en auténticas batallas campales como la que se cobró un centenar de muertos en el Maidán de Kiev.
El momento clave serán las elecciones del 25 de mayo
La estabilidad de Ucrania depende de lo que ocurra de aquí a las elecciones presidenciales con la que el gobierno de Kiev, proeuropeo, pretende ganar la legitimidad que le falta para poder actuar con el debido respaldo. No parece casual, por cierto, que las hayan convocado para el 25 de mayo, coincidiendo con las europeas, algo que tampoco habrá caído bien en Moscú.
La campaña electoral, por cierto, no será sencilla. El panorama surgido de la batalla del Maidán rememora lo peor de la historia de Ucrania y no se puede olvidar que entre los ganadores hay grupos de extrema derecha que durante los disturbios enarbolaron la bandera de la Ucrania que ayudó a Hitler. Y lo que tienen enfrente es la parte opuesta, la que pretende acercarse a una Rusia que añora los tiempos soviéticos.
La solución federal, la única posible
La mayoría de los expertos sostienen que Moscú no dará el paso definitivo. Las tropas estacionadas en la frontera con Ucrania forman parte de una conveniente amenaza disuasoria, pero una intervención directa convertiría a Rusia en el enemigo definitivo de un país al que querría mantener a su lado para siempre y por entero. No lo hará, piensan muchos, pero Putin es Putin y nunca puede descartarse nada. El presidente ruso es, en sí mismo, un factor de riesgo absolutamente imprevisible.
Occidente no debe, en ningún caso, provocar en él la ira del acorralado. Debe entender que Ucrania no es ni de un lado ni del otro, sino que debe ser de los dos al mismo tiempo. La única manera de conseguirlo es lo que ya apuntan algunos especialistas: que de las elecciones del día 25 de mayo surja una Ucrania federal, en la que las regiones del este mantengan su relación privilegiada con Moscú, pero sin desentenderse completamente de Kiev.
Los políticos del otro lado deberían hacer alarde de permisividad y entender que esa es la única solución posible. Entre todos deberían crear una nueva Ucrania que no pertenezca completamente a la Unión Europea (algo que también le conviene a Bruselas) ni, por supuesto, a la OTAN. Solo así se evitará una salida sangrienta.