Aunque muchos han puesto el foco en la dimisión de Gallardón para evitar así hablar de la retirada de la ley del aborto –un truco bastante vulgar por cierto-, el relevo de ayer en el ministerio de justicia y la salida de su anterior titular de la vida política hace necesarias algunas reflexiones, sobre todo cuando se empiezan a conocer ya algunos movimientos que cristalizarán en un futuro no muy lejano. Pero empecemos por el principio, por el acto de ayer.
Le faltó tiempo al sucesor de Gallardón para anunciar que revisará la ley de tasas judiciales, otras de las reformas de su antecesor. Rafael Catalá, ex secretario de Estado de Infraestructuras, lo comunicó poco después de la toma de posesión. Otra retirada más, pero no fue la única. Ayer también se anunció el archivo de la de la Ley de Mecenazgo, aunque seguro que José María Lasalle no dimite. No es como Gallardón. Y vamos con este último.
Hay dos cuestiones evidentes. Los partidos, grupos, colectivos, y demás factoides que se sitúan a la derecha del PP carecen –nunca lo han tenido- un líder con capacidad de aglutinar votos. Desde que Fraga robó la cartera y algo más a la extinta UCD, la derecha se ha reunido sin fisuras en el PP. Aznar abortó –perdón, evitó- cualquier intento de que se organizara ningún partido a su derecha. La última experiencia de Vox es un buen ejemplo –y reciente- de lo que digo. La segunda cuestión alude directamente a Alberto Ruiz Gallardón.
Si alguien piensa que se va a retirar, es que no conoce a uno de los personajes más brillantes de nuestra política. Es verdad que nunca tuvo el apoyo del aparato del PP, pero es más culpa del PP que de su carácter. No hay más que ver el espectáculo de algunas dirigentes del partido, apoyando la retirada de la Ley de la Defensa de la Vida y de la Mujer, para darse cuenta del abismo intelectual que separa a unas del otro. Brillante y progresista tiene una edad que le permite volver al primer plano de la política en cuanto arme ‘su’ partido.
Pero falta algo más. En Génova están echando cuentas para conseguir –agitando los miedos de Podemos- un treinta por ciento de los votos, porcentaje que les daría entre 150 y 160 escaños. Algo suficiente para gobernar en solitario -con acuerdos puntuales- una segunda legislatura. Pero quizá olvidan algo: una coalición de UPyD con Ciudadanos u otro partido por la derecha, con un líder como Gallardón, daría al traste con sus números. Sobre todo, porque hay algunos votantes que no están dispuestos a volver a votar al PP. Veremos.