El presunto fichaje –ni confirmado ni desmentido por su protagonista- del muy liberal economista Daniel Lacalle por la candidatura de Esperanza Aguirre por la alcaldía de Madrid hace correr ríos de tinta sobre el salto a la arena política de estos profesionales de lo macro. Un salto de alto riesgo que va a medir la independencia de unos y otros y que promete quemar a más de uno de nuestros economistas estrella.
Los economistas que desde la discreción han desempeñado en los últimos años el papel de asesores, de consejeros más o menos en la sombra de los partidos políticos, se convierten ahora en estrellas, en reclamos electorales. Se lo han ganado con sus apariciones televisivas, con sus libros, con su más o menos brillante puesta en escena en estos años que los que el español de a pie ha reclamado luz y taquígrafos sobre la economía española.
Será apasionante ver como encajan economistas estrellas y políticos en esta aventura conjunta. ¿Serán capaces de casar rigor y votos, realismo y pragmatismo, cifras y eslóganes? La política quema. A personajes tan experimentados por Manuel Pizarro le bastó un debate perdido para arruinar su carrera política. Lo perdió con Pedro Solbes, a quien la negación de la crisis le costado el ostracismo y gran parte del enorme prestigio que un día atesoró.
A todos nuestros economistas superestrellas de 2015 les sobra ambición pero tienen mucha menos experiencia que los dos citados. Tendrán que medir muy bien sus pasos para conservar la credibilidad ganada y la confianza de quien les paga. Seguro que al discretísimo Pimco, el gigante de la gestión que llena el bolsillo de Lacalle, no le ha gustado la filtración de Aguirre, que lejos de los usos y costumbres de la comunidad financiera ha anunciado a bombo y platillo un acuerdo que quizá no está cerrado del todo.
Son los primeros chirridos de una relación entre políticos y economistas que acaba de empezar y que promete emociones fuertes, muy fuertes, y que dejará más de una víctima en la cuneta.