Ben Bernanke está lidiando su último toro al frente de la Fed, de la que será relevado en febrero. Delante tiene un miura de mucho cuidado, dispuesto a coger por los dos pitones al menor descuido. Si el presidente de la Reserva Federal esperaba una despedida plácida al frente de la institución, los mercados emergentes a los que ha alimentado durante la crisis con sus extraordinarios estímulos monetarios le han regalado el final más estresante posible en la reunión mensual que termina este miércoles.
Como no podía ser de otra manera, la presión de los mercados para que Ben Bernanke deje las manos quietas es enorme. Los malos datos manufactureros de China, el deterioro constante de Argentina y la caída del resto de las divisas emergentes tienen a los inversores de los nervios. Y los analistas ya han dado su veredicto: lo mejor sería que la Fed no redujera en otros 10.000 millones de dólares las compras de activos con las que cada mes alimenta la caldera de la economía mundial.
El problema es que una decisión de este tenor no haría más que retrasar lo inevitable, que no es otra cosa que el aterrizaje más o menos brusco de las economías emergentes, que tras beneficiarse de una orgía de liquidez sin precedentes empiezan ahora a pagar las consecuencias.
¿Cuáles? Una tan sencilla de comprender como la salida de los capitales que compraron sus activos de forma totalmente especulativa, y una mas macro, que tiene que ver con el rally del precio de los activos, que a su vez provoca un aumento de los costes de producción atentando contra la competitividad de estas economías. Por lo tanto, retrasar el »tapering» para evitar otra oleada de ventas no es más que esconder los muertos en el armario.
Es verdad que los próximos días serán decisivos. Hay que valorar si la corrección que han sufrido los mercados -en absoluto terrible, por otra parte, en términos procentuales- es un movimiento puntual o si hay mar de fondo. Dicho de otra forma, hay que dilucidar hasta que punto los inversores están dispuestos a castigar la fruición con la que los bancos centrales han forzado las máquinas de hacer billetes para sacar a la economía mundial de la postración.
Contra la presión de los mercados, Bernanke tiene que poner la máxima coherencia. Aunque el último dato de empleo no ha sido precisamente bueno, la economía estadunidense está ofreciendo signos más o menos claros de recuperación. Y en ese escenario, mantener unas compras de 75.000 millones al mes resulta cuando menos incongruente.
Es obvio que Bernanke tiene una enorme patata caliente entre las manos antes de ceder el testigo a Janet Yellen. Suya es la responsabilidad de mantener viva unas semanas más la ficción monetaria cuyas consecuencias empezamos a ver ahora o de mantener en pie sus planes sacrificando el valor de los activos a corto plazo. Este miércoles, la respuesta.