La salida a bolsa de Aena tendrá que esperar, como mínimo, hasta la primavera del año que viene. Como mínimo, porque cuando de colocar acciones en el mercado se trata, todos los calendarios son quebradizos. Máxime cuando el accionista no está dispuesto a aceptar una rebaja sustancial de los ingresos que espera captar en la operación. Y en la del gestor de los aeropuertos españoles los inversores estaban solicitando un enorme tijeretazo.
O eso, o nada. Y el Gobierno ha decidido parar el carro con el farragoso argumento de que debe convocar un concurso público para seleccionar a la auditora que dé el visto bueno a la operación. ¿A que les suena? Cada cual es libre de sacar sus propias conclusiones, pero una cosa es segura: si los mercados estuvieran tan calientes -para bien- como hace apenas un mes, la elección del PwC de turno se hubiera solucionado en un abrir y cerrar los ojos. La pela es la pela, no nos engañemos.
El problema que se iba a resolver en una semana resulta que ahora obliga a parar la operación unos seis meses. Basta una simple mirada a nuestro alrededor para entender los motivos: la banca está sufriendo lo indecible en bolsa en toda Europa después de unos test de estrés que aunque muy buenos para los bancos españoles no han conseguido calmar a los inversores, la volatilidad se ha apoderado de los mercados y nadie se atreve a decir en voz alta que Europa va a eludir la tercera recisión.
Un escenario de lo más preocupante que Aena al que Aena no ha querido desafiar confiando en sus fundamentales y en su capacidad para generar valor a medio y largo plazo, dejando un mal sabor de boca que muchos inversores no olvidarán cuando el Estado retome la operación, si es que ese momento llega. Lo que viene por delante es un 2015 que no puede ser más electoral y en plena ascensión de Podemos, la gran preocupación del Gobierno. La OPV de Aena corre peligro, y no por culpa de la elección de un auditor. No precisamente…