J. Pieper en una memorable conferencia que llevaba por título «Actualidad del tomismo», empezó distinguiendo dos tipos de actualidad en el tiempo: lo que la época tiene y lo que una época necesita. Porque son actualidades fronterizas que merece la pena distinguir. A primera vista puede parecer que la filosofía occidental está muriéndose, pero también que el tomismo es el remedio más a mano y necesario para Europa.
A veces los tiempos de mayor riesgo, por la acumulación de problemas, son los mismos que encierran las soluciones más sólidas y profundas. España parece sacudida por una grave epilepsia política. Los políticos están desunidos en sus propios partidos. No aparecen, en general, líderes indiscutibles; y los programas cambian con gran facilidad, incluso en lo referente a la naturaleza de la Constitución. Pero, al mismo tiempo, el pueblo español, mucho más silencioso, va aprendiendo hábitos políticos para hacer más madura su Democracia. El futuro de este aprendizaje permite confiar muchísimo en los resultados del devenir político, porque, algunas veces los frutos futuros están más sólidamente arraigados de lo que percibimos. De igual forma la Iglesia está rebosante de savia fresca que no tardará en reverdecer, de nuevo, al mundo. Hay ejemplos:
Vietnam. Parecía que una posibilidad de vivir el Evangelio en este país se había extinguido. Con la despedida de las tropas americanas y el triunfo del Comunismo parecía definitivamente perdida la suerte del cristianismo. Pero el cristianismo sobrevive con fortaleza y el seminario de Hanoi tiene 400 seminaristas. Mientras, se prepara un documento de entendimiento del gobierno y la Santa Sede, con el aplauso de la población.
En una asamblea celebrada en Londres por representantes de editoriales del Reino Unido se llegó a la conclusión, vistos los datos aportados por los asambleístas, de que el autor más leído e influyente del siglo XX era J. R. R. Tolkien y de que su saga, «El Señor de los anillos», representaba una renovación creadora inesperada en una literatura que hacía mucho tiempo que no conocía una sacudida y un estremecimiento semejantes. Tolkien era católico practicante y contagiaba la alegría de su fe al convivir en todas las actividades de su vida.
También en el campo musical hay católicos a los que la relación viva con Cristo da un impulso renovador muy grande, poco explicable si tenemos una mente al margen de la verdadera novedad. Olivier Messiaen fue una de las “novedades” que el transgresor Mortier llevó a Salzburgo, al suceder a Karajan, con su “San Francisco de Asís”. Messiaen era tan explícito en la manifestación de su fe que una de sus obras lleva por título: “Veinte miradas al Niño Jesús”. Y bastantes críticos anuncian que en este compositor de Avignon está buena parte de la música del siglo XXI.
Podía también pensarse en el destino de la obra de Antoni Gaudí, que no solo es de extraordinaria calidad, sino que ha abierto caminos nuevos a la Arquitectura. Gaudí quería que su templo no fuese solo arquitectura, sino liturgia viva y un escultor japonés, Etsuro Sotoo, que trabaja terminando una fachada, supuso que estaría unos meses y así lo estableció en su contrato, pero lleva treinta y un años y se ha bautizado en la Iglesia Católica. Sotoo, un fruto de la fe de Gaudí, tiene una idea inesperada y quizá feliz de que la Sagrada Familia se convierta en la catedral de Europa. Gaudí vivió su fe heroicamente y hoy tiene introducido el proceso de canonización.
Podríamos poner más ejemplos en todos los campos del quehacer humano como la ciencia, la técnica, el trabajo ordinario, la familia… Sí, porque también ahora, con todas las dificultades, la familia puede ser una obra de Arte.
La Iglesia conoce en España una situación de juventud que permite afrontar el futuro con gran alegría y unidad, que podría contagiarse a la sociedad para salir todos de la crisis llenos de vida. Estamos cerca de una posibilidad para España muy alta. La altura a la que empuja la esperanza, cuya meta es un »bonum arduum». Y la esperanza es inseparable de la paciencia.