Muchos datos atroces se esconden tras la violencia de género. Uno destaca porque es un fenómeno que sigue creciendo. En el 28,9% de los casos de denuncia de la violencia, la víctima era la madre de la persona denunciada. En el 24,8% de los casos las víctimas fueron los hijos, en el 12,2% era el padre y en el 10,5%, los hermanos.
En la mayoría de los casos,los padres tienen tanta vergüenza en reconocer que están siendo agredidos por sus propios hijos que la violencia se queda de puertas para dentro. De hecho, un dato significativo es el tiempo que tardan en denunciar que están siendo agredidos por sus hijos, una media de 18 meses.
Es una violencia tabú. “Hay padres que esta noche dormirán con miedo por su hijo”, dice el psicólogo Javier Urra, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filioparental y responsable del programa Recurra Ginso para atender a padres e hijos.
En ese programa trabajan 95 profesionales, entre ellos, psicólogos y psiquiatras, que en los últimos dos años han atendido 654 casos presenciales y 3.399 llamadas, además de 1.028 mails. En su centro de Brea de Tajo tratan de conseguir que ambos superen la situación de conflicto.
La media de edad de los agresores es de 16 años y medio
Urra desgrana los datos. 16 años y medio es la edad media entre los agresores. El 47% son chicas, “una cifra sorprendente”, afirma. La mayoría muestran conductas disruptivas, incapacidad para aceptar las normas y dificultades para imponer la autoridad. El 40% había recibido un tratamiento psicológico, y el 22% psiquiátrico.
Niños violentos hay en todas las clases sociales
La violencia afecta a todas las clases sociales, “tengo desde hijos de carpinteros a otros de altas esferas de este país”, a todos los niveles culturales, y a todos los tipos de familia. En el 76% de los casos, la violencia es mayoritariamente verbal. En el 53% es psicológica, en el 23% física. El 40% de los chicos presentan además consumo de cannabis, y en más de un tercio de los casos afirman que han sufrido bullying.
La situación es alarmante
“La situación es alarmante y es un problema social”, advierte este experto. Él detecta, con ojo clínico, a los niños que corren riesgo de convertirse en futuros agresores. “Estás en un restaurante y ya ves qué niño va a ser problemático. Es un niño que disfruta comportándose como un dictador hacia los padres, haciéndoles sufrir, violentándoles. Es un juego que genera un circulo perverso. El padre quiere sancionar, pero el hijo no quiere pasar por ahí”.
No existe autoridad, los padres se sientes culpables, no hay criterios a la hora de educar
Encontrar una explicación a esta violencia es complicado incluso para él, acostumbrado a verla cada día cara a cara. “Se ha diluido la autoridad, se ha protegido a la infancia… Existe en los padres mucho sentimiento de culpabilidad, falta criterio educativo… No es fácil de explicar. Pero yo no culparía a los padres tampoco”, analiza. Y recomienda que, ante una agresión, se debe acudir a un profesional. “En los casos más graves, se denuncia. Porque llegan casos que me dicen: me va a matar. Pero un padre no suele hacerlo porque es muy duro denunciar a un hijo”.
Dos de cada tres jóvenes no lo volverán a hacer si se tratan
Aunque cueste, de ese círculo se sale, dice con esperanza. 2 de cada 3 jóvenes que pasan por su centro logran recomponer una relación normal con sus padres después de estar como mínimo 9 meses internados y trabajando con un grupo terapeutico. Allí escriben su autobiografía, verbalizan lo que les pasa, “se dan cuenta de que es su última oportunidad”, dice Urra.
“Y la conclusión es una: estos chicos y estos padres se quieren, son dos imanes que se atraen pero se repelen. Cuando les pregunto a los padres si quieren a sus hijos, estos se quedan en silencio y al pasar el rato dicen, “sí, a su manera”. Cuando me reuno con los hijos, les pregunto si creen que los quieren sus padres. Se hace un silencio más grande y me dicen “no lo sé”.
Teléfono gratuito del programa Recurra Ginso. 900. 65.65.65