Todo depende de la situación. Si el paciente no presenta una situación grave, por ejemplo, se ha tropezado, ha caído contra una roca y se fractura la tibia, pero está en el suelo, no hay riesgo vital y no hay ningún problema asociado, lo ideal, si es posible, es pedir ayuda y que sea un equipo especializado quien acuda a recoger al paciente, le movilice y le traslade a un centro hospitalario.
Hay otras situaciones como puede ser que hay nieve y que la ayuda tarde más de una hora. No podemos dejar al paciente en el suelo porque puede tener problemas por el frío. En ese caso, se debe movilizar al paciente con el máximo cuidado posible, evitando el movimiento del miembro que se haya fracturado. Si es un brazo es fácil porque el propio paciente puede colaborar, pero si es una pierna es necesaria la ayuda de varias personas y una de ellas debe impedir movimientos bruscos de la fractura.
Si el paseo lo da una pareja y es difícil acceder a una ayuda en un tiempo corto, lo ideal es impedir el movimiento del miembro roto entablillándolo, cualquier estructura rígida que encontremos en el camino, por ejemplo una rama recta y sujeta a la pierna puede ser suficiente para llegar a un lugar seguro. Hay que evitar manipulaciones inadecuadas de la extremidad. Si la extremidad presenta gran deformidad, puede intentarse su alineación, siempre y cuando esto no suponga realizar maniobras forzadas o bruscas, ya que esto podría provocar lesiones vasculares o nerviosas que podrían empeorar el pronóstico.
Afortunadamente en nuestro medio contamos con una buena atención de urgencia extrahospitalaria, por lo que hay que ser práctico. Lo más seguro y lo más eficiente es solicitar ayuda a un servicio de emergencia, estar junto al accidentado y evitar que se mueva, y evitar manipulaciones inadecuadas. Si encima podemos aliviar su sufrimiento con un analgésico o un antiinflamatorio, lo agradecerá sobremanera.