El alcohol es una droga. Con esta premisa hay que empezar a hablar sobre las intoxicaciones etílicas. El alcohol goza de gran popularidad entre los distintos estamentos sociales. Desde los jóvenes en sus ritos iniciáticos a los adultos conceden al alcohol un viso de normalidad que no debería tener.
Las “borracheras de fin de semana” son un tipo de alcoholismo que puede iniciar a uno más perjudicial o producir lesiones secundarias al hecho de ir ebrio. Son estas intoxicaciones las que nos encontramos con demasiada frecuencia los servicios de emergencias.
Fuera de leyendas urbanas no hay nada que despierte de una borrachera tan bien como dormir en una cama caliente. Pero es conveniente tener en cuenta unos signos de alerta para que una noche de fiesta no acabe en tragedia.
Nunca dejar que alguien que haya bebido se quede dormido en la calle. El alcohol altera el centro termorregulador y hace que no se pongan en marcha los sistemas de alerta frente al frío o al calor extremo. Por lo tanto, la persona con intoxicación etílica puede sufrir hipotermia y esta puede llevar al fallecimiento.
Es importante comprobar el nivel de consciencia de la persona que ha bebido. Pero al comprobar la consciencia hemos de ser enérgicos. Es necesario un buen pellizco en zonas dolorosas como el pecho o la presión en la parte posterior de la oreja para comprobar que la persona responde correctamente.
Por último las medidas físicas tradicionales siempre han surgido buen efecto, tales como una buena ducha o un café bien cargado ayudan a recuperar el cuerpo después de un día con demasiado alcohol.