Depende de la persona. El dolor es un síntoma y por tanto es la percepción subjetiva que un paciente tiene sobre una agresión o una enfermedad o algún daño que le sucede. Hay situaciones y patologías muy dolorosas pero es imposible poder determinar cuál es más dolorosa porque depende de cada individuo.
Si se piensa en un dolor de muelas, cuando éste se irradia hacia el oído, seguro que no se es capaz de imaginar un dolor peor. También es lógico pensar en el dolor oncológico, con una extensión de enfermedad muy importante que afecta a muchos órganos, como ejemplo de patología increíblemente dolorosa. Y no debemos olvidar el dolor del parto. Se pueden llegar a pensar muchos más procesos capaces de provocar un dolor muy importante pero nunca se podrá decir cuál es el peor de todos, ya que depende de cada uno y de la sensibilidad al dolor que posea cada individuo.
Además, hay muchos elementos que modifican la percepción del dolor. La información alivia el dolor, o mejor dicho, ayuda a que éste no empeore. Así, si se informa a un paciente que se le va a realizar un procedimiento (por ejemplo una extracción de sangre) va a ser menos dolorosa que si no se informa al mismo. La tranquilidad es un buen analgésico al compararse con la ansiedad que un paciente puede presentar al sentir dolor causado por una enfermedad.
De la misma forma que medir el dolor es un hecho individual, tratarlo también lo es. Por el mismo razonamiento. Al ser un síntoma, la necesidad de analgesia va a depender en gran medida de cada paciente y el médico puede encontrarse con pacientes que responden muy bien a un tratamiento que en otro paciente con la misma patología apenas le ha hecho ningún efecto.