No, sólo indica que el dolor que presenta es severo y de difícil control.
Los analgésicos están para tratar el dolor. Es una obviedad, pero es tan obvia que a veces se olvida.
El analgésico se receta en función del tipo y de la cantidad de dolor que presenta el paciente sin importar cuál es el origen
Ahora bien, el dolor secundario a una patología leve, como puede ser un golpe con una mesa, suele ceder con un analgésico poco potente y en caso de patología más severas, se suele necesitar un analgésico más potente. Esta regla no se cumple en muchas ocasiones. Un ejemplo puede ser una lumbociática. Una patología que aunque puede ser muy dolorosa no implica un mal pronóstico vital.
La morfina y todos sus derivados (llamados opiáceos pues todos derivan del opio), son fármacos muy útiles para el control del dolor. El médico los usa con mucho cuidado porque los efectos secundarios que poseen pueden ser graves. Este tipo de efectos secundarios son raros y se suelen asociar a altas dosis de derivados del opio y a una introducción en el tratamiento muy rápida.
Cuando un paciente presenta una patología con una intensidad de dolor muy alta, el uso de los opiáceos es muy útil y va a conseguir una mejora sustancial en la calidad de vida del paciente, hecho fundamental para el día a día del mismo.
Por eso, si su médico le receta morfina o cualquiera de los derivados analgésicos del opio indicará que la intensidad de dolor que presenta es muy alta y nada más. Al utilizar un opiáceo se está tratando sólo el dolor y no la enfermedad de base.