Lo primero a tener en cuenta es que cuando un médico inicia una medicación es porque busca una mejoría del paciente. Es importante explicar esto porque en el caso de la migraña, la medicación puede tener bastantes efectos secundarios, pero son tan importantes los efectos que genera sobre el individuo este tipo de dolor que el médico prefiere iniciar un tratamiento a mantener una situación que puede de incapacitar al paciente para sus actividades diarias.
Los efectos secundarios de los analgésicos suelen ser escasos. El principal riesgo del paracetamol es provocar un fallo hepático, pero para ocasionar este tipo de eventos la dosis a administrar debe ser muy alta, por encima de la pauta habitual utilizada en la clínica.
Con los antiinflamatorios como el ibuprofeno, el principal riesgo es el sangrado a nivel del tracto digestivo, fundamentalmente a nivel del estómago. A partir de los 45 la protección con un fármaco específico debe ser obligatoria si el tratamiento es continuado. En menores de esa edad se debe individualizar porque no está muy claro el beneficio del uso del protector gástrico y en muchos casos no es necesario pudiendo ser no sólo un coste añadido (ahora que está tan en boga el control del gasto sanitario) sino que es otro fármaco con sus efectos secundarios.
Los efectos secundarios son más importantes cuando se empieza a hablar del resto de fármacos.
Los triptanes (sumatriptan, zolmitriptan, rizatriptan…) son fármacos cuyo efecto consiste en la estabilización de las arterias cerebrales tras el control del estímulo nervioso anómalo del que se habló en la génesis de la migraña. Son rápidos, seguros y eficaces en el tratamiento de la migraña moderada-severa. Su uso debe ser en ciclos cortos y los efectos secundarios que muestra más habitualmente son la presencia de alteraciones de la sensibilidad, ansiedad, presión torácica, somnolencia, malestar general. Incluso pueden llegar a provocar cefalea. Tienes otros efectos secundarios bastante raros y más importantes como confusión o agitación. No debe darse en paciente con enfermedad en las arterias en cualquier localización del cuerpo, hipertensión con mal control o personas mayores. Además pueden interaccionar con antidepresivos como la fluoxetina, la paroxetina o la isocarboxacida y con fármacos para patologías cardiacas como los betabloqueantes (propranolol, atenolol…).
Con respecto a los fármacos que se utilizan en la prevención de la aparición de crisis. Fundamentalmente 2 grupos, betabloqueantes y antiepilépticos.
Con respecto a los betabloqueantes, el principal efecto es la bajada de la tensión y que puede frenar en exceso la frecuencia cardiaca pudiendo provocar la aparición de síncopes y sensación de mareo sobre todo en pacientes jóvenes. En este caso, no es un efecto secundario pues su uso habitual en medicina es precisamente para controlar la tensión arterial y la frecuencia cardiaca, siendo el control de las crisis migrañosas un efecto añadido.
El antiepiléptico más utilizado es el topiramato aunque no hay que despreciar otros fármacos en este aspecto como la lamotrigina, la gabapentina o la amitriptilina. Los efectos secundarios más habituales son la somnolencia, fragilidad emocional, confusión y sensación de mareo. En el caso de topiramato es importante tener en cuenta el aumento de casos de litiasis renal con su uso. Hay que tener cuidado con su manejo en pacientes con insuficiencia renal. En el caso de la insuficiencia venosa, no hay problema para su administración. Además, sí interfiere con fármacos para la diabetes y la tensión arterial, por lo que su control debe ser estricto por el médico.