El azúcar, es un disacárido llamado sacarosa, que ha sido y sigue siendo, una importante fuente de energía en la dieta de la especie humana a lo largo de su historia. La sacarosa, tiene un valor energético de 4 kcal/g, poder edulcorante, y unas cualidades organolépticas importantes, mejora el sabor, la consistencia y la textura de muchos alimentos.
El azúcar, cuando es incluido de forma equilibrada en la dieta, tiene importantes efectos beneficiosos, como el aporte rápido de glucosa al cerebro y al músculo, por lo que se considera un glúcido imprescindible para el desarrollo de las funciones cognitivas y de la actividad física. Desde el punto de vista nutritivo, el único inconveniente que se le puede atribuir a la sacarosa es que sólo aporta energía y no aporta otros tipos de nutrientes.
Sin embrago en las últimas décadas existe una mala prensa sobre el azúcar, de manera que este es casi ausente de la dieta de muchas personas. Es cierto que el consumo excesivo de azúcar no es beneficioso. Desde el punto de vista nutricional puede desplazar a otros alimentos de la dieta y producir deficiencias nutricionales.
Existe también una idea extendida de que la sacarosa puede producir adicción de forma similar a las drogas de abuso y, por tanto, debiera estar incluida entre las sustancias adictivas. Esta opinión tiene pocos fundamentos científicos, ya que diversas evidencias experimentales no justifican que el azúcar produzca adicción. Es importante matizar que la sacarosa es un alimento que en general produce placer cuando se ingiere, y de ahí la tendencia a consumirlo.
También se ha atribuido al azúcar otros efectos perniciosos como producir hiperactividad, agresividad y otros efectos negativos sobre el comportamiento. Tampoco esta idea parece cierta, sino más bien todo lo contario, la sensación de placer que produce su consumo, podría tener un efecto tranquilizante.
Además, el consumo de una comida o una bebida con azúcar se asocia con un aumento de la agilidad mental, la memoria, el tiempo de reacción, la atención y la capacidad para resolver problemas matemáticos, así como con una reducción de la sensación de cansancio. Estos efectos se han observado tanto en individuos jóvenes, ancianos, sanos o enfermos, incluso aquellos que padecen enfermedad de Alzheimer. Asimismo, se ha observado efectos positivos sobre vías moleculares cerebrales relacionadas con la conducta. Incluso se ha descrito que la administración de soluciones orales de sacarosa mejora los tratamientos para el dolor en ciertas circunstancias.
Los glúcidos son productos fundamentales para el buen funcionamiento del cerebro. El cerebro necesita un suministro constante de glucosa, y utiliza aproximadamente 140 g de este monosacárido al día. Por ello, es importante considerar el consumo adecuado, no excesivo, de sacarosa como una necesidad para el correcto funcionamiento del organismo en condiciones normales.