Parece que ganar la medalla de oro en unos Juegos Olímpicos es suficiente alegría, que tu nombre perdure con letras de oro para la gloria eterna, sintiendo lo mismo que tus predecesores en el título olímpico hasta los tiempos de la Antigua Grecia. Pero además si eres chino tu alegría es doble porque según atestiguaba al diario As el seleccionador español de tenis de mesa Zhang Dongping,de origen chino,»Un campeón olímpico tiene su vida solucionada. En Pekín el premio del Estado era de 100.000 euros, pero los gobiernos locales dan más dinero, casa, coche… Una medalla puede suponer hasta medio millón de euros».
Por eso, echando cuentas es normal que los padres chinos recomienden a sus hijos sacrificarse para llegar lejos en las olimpiadas y hasta las familias pudientes envían a sus hijas a las escuelas deportivas, llegando a pagar entre 2.600 y 4.000 dólares al mes. Los de nivel económico limitado, entre 40 y 53 dólares. No son escuelas públicas, aunque muchas de ellas reciben ayuda del Estado. En muchos casos, los gimnastas están en régimen de internamiento, y sólo pueden tener contacto con la familia los domingos.
Así los atletas olímpicos chinos tienen una doble motivación al igual que los malayos a los que un magnate de su país recompensará con un lingote de oro al campeón de bádminton, o los atletas rusos que recibirán 1 millón de dólares por ser campeones.