Trump consiguió hacerse con la presidencia de Estados Unidos en parte gracias a que se ganó el corazón de los trabajadores de Ohio, Michigan y Wisconsin. Tradicionalmente regiones demócratas, esas zonas se habían visto afectadas por los recortes, la precariedad y el desempleo. Se giraron hacia un magnate que prometía defender sus intereses frente a los de Wall Street.
En cinco meses de presidencia, las dos medidas más importantes de Trump (la derogación de la Ley de Sanidad Asequible y los presupuestos de gasto público) tienen poco o nada para las clases desfavorecidas. Más bien al contrario. Por un lado, se deroga una ley sanitaria que va a dejar sin cobertura a 22 millones de personas, según la oficina independientes de presupuestos del Congreso CBD. Por otro, se han lanzado unos presupuestos que recortan drásticamente los principales programas de protección de las clases bajas y trabajadoras: los cupones de comida, el seguro público de salud para bajos ingresos Medicaid o los programas para minusválidos.
Presupuestos ‘anti Robin Hood’
Los presupuestos que ha presentado el presidente están repletos de grandes regalos, en forma de recortes de impuestos, para empresas y fortunas, y de grandes recortes para las clases bajas.
Planea recortar 530.000 millones de euros en una década (los presupuestos se realizan con planificaciones a diez años) el gasto en Medicaid, el programa de salud pública para los que no se pueden permitir los seguros privados (normalmente pagados por las empresas), según The New York Times.
Quiere reducir en 170.000 millones de euros en el programa de cupones de comida para gente sin recursos, conocido como SNAP.
Es un programa al que se han acogido ya 44 millones de estadounidenses, el doble que en 2008, cuando comenzó la crisis económica y la era Obama. Trump dice que va a recortar drásticamente la cifra poniendo controles severos para evitar presuntos fraudes en su uso.
Va a reducir en 127.000 millones de euros los programas de préstamos de estudios y en 56.000 millones los planes de pensiones de los trabajadores federales.
La administración asegura que no se trata de dañar a las clases trabajadoras, sino de cambiar de paradigma: “Ya no vamos a medir la compasión por el número de personas en esos programas [de ayuda], sino en el número de personas que conseguimos sacar de esos programas para que vuelvan a tomar las riendas de su propia vida”, ha dicho Mick Mulvaney, director de la Oficina de Presupuestos de la Casa Blanca.
“Es una ‘agenda a la inversa de Robin Hood’”, opina por el contrario el think tank de izquierdas Centro para las Prioridades sobre Presupuesto y Política según la cadena de televisión CNN.
Según el New York Times, se trata del mayor recorte en programas sociales desde los primeros presupuestos de Reagan, según el NYT.
No toca a los ancianos ni la Seguridad Social
Hay dos partidas que deja intactas. La primera, Medicare, el sistema de salud pública para jubilados. La segunda, las propias pensiones de la Seguridad Social.
Lo que sí recorta son los beneficios de la Seguridad Social para los minusválidos, a pesar de que en campaña había prometido no tocar el sistema. Se trata de eliminar los beneficios para los “falsos minusválidos” que, en realidad, están “corporalmente capacitados” para trabajar.
No es que Trump no vaya a gastar. Lo va a hacer ampliamente: ha lanzado un rotundo plan militar y pretende construir un muro con México, entre otras infraestructuras públicas. Va a reducir drásticamente, además, los ingresos en forma de impuestos. Quiere reducir a la mitad el impuesto de sociedades y bajar para todo el mundo el tipo de tributación personal, algo que suele beneficiar más a las grandes fortunas por no ser recortes progresivos.
Errores matemáticos en su presupuestos
Los presupuestos (en el fondo una estimación a futuro de ingresos y una distribución de gastos estimada) tienen serios errores matemáticos. Según el diario digital económico QZ, los ingresos están sobreestimados en 2.000 millones de dólares nada menos.
El razonamiento es el siguiente: el presidente propone recortes de gasto de 3.600 millones de dólares y 2.000 millones de ingresos extra gracias al crecimiento de la economía, lo que provocará que el déficit se reduzca en 5.600 millones de dólares, el equivalente a cinco veces todo el Producto Interior Bruto español.
El problema es que esos 2.000 millones de ingresos provienen de una estimación de crecimiento poco plausible, del 3%, mientras en 2016 ha sido del 1,6%. Ningún analista, banco o think tank, cree que se puedan alcanzar esas cifras. La Reserva Federal y la oficina independiente de presupuestos del Congreso lo sitúan por debajo del 2%.
Pero eso es solo una parte del problema. El otro es un error de técnica contable conocido como “doble conteo”. Los presupuestos tratan de ser “neutrales para el déficit”, es decir, que recortan los impuestos pero no los ingresos. Se supone que con los recortes de impuestos, los empresarios y los consumidores gastan más, la economía crece y, por tanto, tienes una economía más grande, con menos impuestos pero, por ser más grande, los mismos ingresos netos.
El problema es, según QZ, “está contando con que los recortes de impuestos generen dos billones de dólares en ingresos extras para compensar por el coste del recorte de impuestos, pero al mismo tiempo los está contando para generar dos billones en ingresos extras para ayudar a reducir el déficit. Pero esos dos billones no pueden hacer ambos trabajos a la vez”.