Cuatro amigos desde el colegio, desde “enanos”. Vecinos. Domingueros de fútbol. Veinteañeros. Sacaron dinero de debajo de las piedras, 18.000 euros, para que en boca de los millenials esté el “eso es muy Pompeii”.
Los cuatro fundadores, Jaime Garrastazu, Jorge y Nacho Vidri y Cosme Bergareche se sentaron una tarde y se dijeron: “Oye, ¿por qué no hacemos zapas?”. Tenían dinero ahorrado, unos padres que confiaron en ellos y “una cosa muy bonita, la inocencia de no saber que estás haciendo”.
Pompeii son zapatillas de 50 euros, ni caras ni baratas, made in España, en Elche. De colores, de ante, de suelas de goma gordas. Están de moda. Raro es quien no haya oído hablar de ellas o quien no tenga un par. Jaime dice que ellos no son los famosos gracias a Dios, sino sus zapas. Y eso es lo que más ilusión le hace
Este joven de 24 años confiesa que si le hubiese dicho a su padre cuando le pidió mil euros que iban a embolsar dos millones le hubiese preguntado si estaba soñando. Dos años después, esta original marca ha fabricado 50.000 zapatillas.
Empezaron haciendo un pedido de 349 zapatillas a fábrica, era lo que podían pagar y una cifra que les resultó divertida. Las vendieron en dos días en el pop up madrileño 1001 atmosphera. El siguiente pedido volvió a ser idéntico, pero esta vez las vendieron en Barcelona. Tal fue el éxito, que decidieron que llegaba la hora de decir aquello de “carretera, manta y zapatillas”. “Nos íbamos con una furgoneta por toda España. Éramos nómadas.”
El siguiente paso fue montar una página web de 300 euros, pero solo habilitaban el botón de comprar tres veces al mes. “Era genial, se vendía mucho más online que físico. La cultura había cambiado. Más de medio millón de euros el primer año. Nunca nos hubiésemos imaginado un crecimiento así”.
Dicen que no tenían un “vamos a hacer lo que hacen esos tíos”. Tienen referentes, pero cuentan ilusionados “que no saber que estás haciendo te hace hacer cosas nuevas”. Este grupo de amigos quieren una marca que dure 50 años, que les vea hacerse mayores y morir, que la disfruten sus hijos.
“La inestabilidad siempre está y es emocionante”. Han pasado de montar stands de cartón a buscar la expansión de Pompeii por Francia e Inglaterra. Además, aunque poco adelantan, van a hacer colaboraciones con distintas marcas de moda.
Su fuerte fueron las redes sociales, de ahí el boca a boca. Un avión de papel, esfuerzo y dejar sus trabajos en banca y consultoría hicieron el resto.
Lo más bonito de emprender es abrazar el riesgo, siempre hay que apretar fuerte, siempre quedan diez minutos. “Cada año te querré contar una cosa nueva”, dice emocionado Jaime.