Los padres de Alejandro Pacheco, de 28 años, están divorciados. Su familia paterna tiene dinero; la materna, no. Ambas invierten, pero mientras a su padre y abuelos les ha ido siempre bien, a su madre y ascendientes no tanto. Ella ha sido víctima tanto de las preferentes (productos financieros complejos que las Cajas de Ahorro colocaban fraudulentamente a personas que no podían entenderlos) como de las hipotecas multidivisa (cuyo valor oscilaba drásticamente en función de los mercados de divisas).
Esa falta de conocimientos básicos para defenderse en el mundo de la banca y la bolsa fue el motivo personal por el que este joven madrileño dice que decidió arrancar en 2010 un club universitario de bolsa en la Carlos III. España está a la cola del ránking de la OCDE en educación financiera, y de esas aguas han venido los lodos de las atrocidades financieras padecidas en los últimos tiempos.
¿Quién dedica sus viernes a ver gráficos de empresas?
Los clubes de bolsa son grupos de estudiantes, centenares en toda España, que invierten en acciones, para ganar dinero y aprender a ser brókeres. Células distribuidas en los distintos campus que se han consolidado en una liga entre 20 universidades por la que han pasado en cuatro años “unas 1.000 personas”.
Mueven un total de alrededor de 100.000 euros al año. Reparten dividendos, pagan comisiones, tributan…
De momento, el club universitario de bolsa de la Universidad de León rompe la pana y lidera la liga: 6,7% de rentabilidad. La Universidad de Valencia II está encajando casi un -15%.
Todo empezó en hace siete años, de forma poco legal. Cinco fanáticos de los mercados que ponían unos 50 euros al mes, 2.000 euros al año, y lo gestionaban ajenos a cualquier regulación: le daban el dinero a un bróker como si fueran una sola persona; cada viernes se reunían en una sala de la Universidad Carlos III, en Leganés y tomaban las decisiones de qué comprar y por qué. El placer estaba en el proceso, no en el lucro.
Pero ganaron: un 6% de retorno ese año. 120 euros de beneficios a repartir tras pagar las comisiones. La ventaja era que mientras, en vez de gastarse es dinero “en copas”, habían ahorrado.
Aprender a ser un lobo de Wall Street
Tras ese año 2010 en la “zona oscura”, el club de los cinco de la Carlos III decidió hacer las cosas como manda el mercado. Fueron a BME, la empresa que gestiona la bolsa en España, y se enteraron de cómo debían proceder: montaron una comunidad de bienes, en la que cada uno de los comuneros tiene una parte y un voto. El bróker realiza las retenciones fiscales si hay dividendos, aunque no suelen tener que tributar, por ser estudiantes. Todo queda registrado en actas.
Se dividen en sectores: unos miran la banca, otros la energía, aquellos el turismo… cabezas de serie que proponen dónde invertir. Se vota y el que se lleve más de dos tercios, ordena la inversión, pocas, una media de tres operaciones al mes.
Y pasan cosas. Por ejemplo que un club hizo caso al consejo de los padres de uno de sus miembros, chino, que aconsejaban comprar acciones de una empresa del gigante asiático que ninguno conocía. Se dejaron llevar y obtuvieron “un 10% de beneficio en menos de 15 días”. Esa salió bien. La de Gowex, empresa que resultó fraudulenta, tumbó a uno de los clubes, que “no diversificó” y se dejó jirones por valor de un 38% de su inversión.
Tiburones que se les acercan
La Liga de Bolsa es una entidad privada con ánimo de lucro. Participar cuesta 59 euros por persona. La empresa que la sustenta la ha creado el propio Pacheco, y se llama Kainve. De momento, lo comido por lo servido, sin pérdidas, asegura. Están patrocinados por la agencia de bolsa GPM, la empresa de asesoría Finizens y la comunidad financiera Rankia.
Pacheco ya lo ha dejado, y ahora es ingeniero industrial que se dedica a invertir su patrimonio como hobby, además de presidir la liga universitaria.
Rubén Castillo es aún estudiante y miembro del club de bolsa del mismo Carlos III. El año pasado consiguieron un 1,87% de rentabilidad. A él también le parece que la mejor forma de aprender a apostar en bolsa es jugarse dinero de verdad, porque hay un factor psicológico muy importante en los mercados.
A estos aprendices de lobo de Wall Street les buscan luego las casas de bróker. Para dar trabajo a los mejores, o para atraerles como clientes al resto.
Uno de los problemas que han tenido es que ciertas casas de bolsa, oscuras y reguladas en sitios como Chipre, más laxos, han ido a pedirles “leads”, datos personales de los participantes en la liga, para luego atosigarles con reclamos comerciales, sacarles el dinero en prácticas dudosas como la inversión en forex “con deslizamiento”. Pacheco dice que no les hicieron caso.