Birmania también se llama Myanmar. Uno es el nombre occidental, que los británicos les dieron cuando «dibujaron» sus fronteras en la época colonial y otro el que los propios birmanos decidieron ponerse y que, por otra parte, apenas se usa. El problema birmano es tan profundo que incluso su nombre está en cuestión. Para los occidentales es simplemente esa franja selvática entre India, China y el turístico sudeste asiático; pero en realidad es un Estado fallido, recién salido de una dictadura militar, estratégico en el comercio asiático y en el que conviven tantas etnias y religiones que es posible identificarlos por sus rasgos al caminar por las calles del país.
El país se ha convertido en un polvorín cultural, azuzado por sucesivos golpes de estado y fronteras inventadas que dividen poblaciones, que a punto de estallar ha depositado toda su confianza en una mujer: Aung San Suu Kyi. La Premio Nobel de la Paz y líder en la sombra del actual gobierno «democrático», que pasó 15 años en arresto domiciliario, retenida por los mismos militares golpistas que ahora están persiguiendo a los rohinyás y que, según los organismos internacionales, quieren perpetrar una «limpieza étnica» contra esta minoría musulmana. Pero, ¿quién son los rohinyás, por qué les persiguen y qué puede hacer la Premio Nobel contra el ejército?
Los rohinyás y la violencia budista
La actual Birmania hace frontera con India y Bangladesh al noreste, mientras que al otro lado están China, Laos y Thailandia. Pero en realidad, este país no existía antes de la llegada de los británicos, que como explica Bertil Lintner, escritor experto en política birmana y periodista en Asia durante años, crearon unas fronteras «con contradicciones internas y divisiones que desembocaron en querras civiles entre multitud de nacionalidades étnicas».
Los rohinyá, también llamados rakhines por la zona que habitan, son solo una de las minorías, en este caso de religión musulmana, que están en conflicto en el norte del país. Además están los Kachins, Karens, Kayahs (o Karennins), Chins, Oa-Os, Palaungs, Mons, los Shan, que también piden la independencia de las zonas más cercanas a la frontera china, o la etnia Myanmar, de la que recibe su nombre el país.
Todas estas etnias, algunas de ascendencia china y con religiones orientales como el taoismo, otras de religión budista, o las minorías cristianas o musulmanas de origen indio o bangladesí, llevan siglos viviendo en el actual territorio birmano. Sin embargo, las tensiones entre unos y otros nunca han parado del todo.
Varias de estas minorías tienen sus propios grupos insurgentes que piden más autonomía o una separación de sus territorios. En el caso de los rohinyás, el Ejército birmano asegura que las acciones militares en la zona tenían como objetivo eliminar la amenaza del ARSA, Ejército de salvación rohinyá de Arakan por sus siglas en inglés.
Sin embargo, los organismos internacionales sobre el terreno aseguran que se está asesinando a los civiles y quemando sus aldeas. Por eso, hasta 400.000 rohinyás han huido hacia la frontera con Bangladesh y se han asentado en campos de refugiados en situaciones precarias. El vicepresidente de Birmania, Henry Van Thio aseguró este miércoles ante la ONU que «los que han tenido que abandonar su corazón y su casa son muchos, no sólo musulmanes y rajine, sino también grupos minoritarios pequeños como los daingnet, mro, thet, mramagyi e hindúes. La mayoría del mundo ha obviado su existencia y sus aprietos».
Van Thio ha expresado las condolencias de las autoridades «a todos los civiles inocentes y miembros de las fuerzas de seguridad que han perdido la vida», reiterando que «no se puede negar que hay un problema de una magnitud considerable» con las guerrillas.